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Literatura, comida y placer

Afiche de la  película
Afiche de la película, estrenada en 1987

Hace unos años vi la película «El Festín de Babette», la cual pronto descubriría que estaba basada en un cuento homónimo de la escritora dinamarquesa  Isak Dinesen (pseudónimo de Karen Blixen). La película en cuestión me dejó muy impresionada, por el gran despliegue de platos y apetitosos manjares. Y no sólo eso: la preparación de los mismos implicaba incluso traer animales exóticos para sacrificarlos en honor a los invitados de Babette. Poco después leí el cuento (muy breve y distinto, en comparación con la película). Si alguno(a) de ustedes se tienta, puede leer «El Festín de Babette».

Lo más curioso de la historia culinaria de esta fiesta que da Babette, es que ella prácticamente no prueba bocado. Cocina, planea los platos, sirve diligentemente, y apenas come. La relación entre los personajes literarios y la comida da para plantearse cosas tan simples como el motivo oculto que tendría Babette para desplegar tanta energía con la comida y no animarse a comer, hasta la desesperación que hay entre el hambriento personaje de «El vaso de leche» en el cuento del Manuel Rojas.

Hace pocos días leí un artículo titulado «Los platos más famosos de la literatura». El artículo -que transcribo completo en este post, referenciando a su autora y fuente- me hicieron recordar el cuento de Isak Dinesen. No hay nada tan básico y natural para el ser humano y para los personajes literarios como la comida. Y aunque pareciera ser que los personajes no necesitan alimentarse, los escritores no están tan de acuerdo porque van delineando su carácter no sólo en sus diálogos y actos: también con aquello que comen.

 

Los Platos más famosos de la Literatura

 

«Desde un banquete de El Gran Gatsby hasta la miseria y hambre que pasaba el pobre Oliver Twist. Las comidas de cincuenta novelas de todos los tiempos son recreadas con mucho cuidado en un libro recién publicado.

Dinah Fried, autora del libro
Dinah Fried, diseñadora, creadora de la idea y autora del libro «Platos Ficticios»

“Tengo un gran apetito por los buenos libros y por la buena comida”, dice Dinah Fried. La diseñadora, que vive en Nueva York, encontró una forma muy creativa de combinar esas aficiones. “Usualmente me acuerdo de lo que comen los personajes en los libros”. A partir de eso se le ocurrió recrear esos platos tal como se los imaginaba mientras leía. Cocinó, diseñó y fotografió cinco y cuando les mostró el resultado a sus amigos y puso las imágenes en internet causó tanto entusiasmo que no pudo parar. “Rápidamente me vi bombardeada con solicitudes y sugerencias de familiares, amigos e incluso desconocidos”. El resultado es Fictitius Dishes o Platos Ficticios, libro en el que muestra su visión de 50 comidas de novelas y que desde que fue publicado hace pocos días no ha parado de circular en los medios.»

Fuente:  Artículo publicado originalmente por Fabiola Torres, en La Tercera, sección tendencias.

 

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2 respuestas a «Literatura, comida y placer»

Me parece interesante que se den a conocer historias que tengan relación con los libros y la lectura, pero también es fundamental que escribamos bien y por lo tanto fomentemos el uso de la ortografía y sus reglas, siempre he sabido que dinamarquesa se escribe con «q»

Se escriben con K:

Algunas palabras en que se ha mantenido la ortografía originaria (aunque también se pueden escribir con q algunos de estos vocablos: Kilógramo (o quilogramo), kiosco (o quiosco).

Otras palabras: Kilo, koala, kit, karaoke, kárate, kiosco, kiwis, kilómetro, kermés.

Se escriben con Q:

Los vocablos que poseen el sonido (ke), (ki), en cualquier posición que ocupe dentro de la palabra, si bien ha de escribirse agrupada con la vocal u (qu) que no se pronuncia: querer, boquete, quitar.

Estimada Marcela,

Me alegra haber recibido este comentarios, pues pude corregir el error ortográfico que señalas. También sé que dinamarquesa se escribe con Q, pero para los que tenemos dislexia algunas veces cometemos esos errores aunque sepamos como se escribe correctamente una palabra. En mi caso, no me pasa sólo con las palabras, ya que también suelo dar vuelta los números. Eso me obliga a revisar varias veces un documento antes de darlo por terminado, pero hay situaciones como ésta en que el error no es advertido. Lo bueno es que hay lectores atentos -como es tu caso- que me dan una mano en esta labor.

Cordiales saludos,

Claudia Gilardoni

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