El escritor checo de origen judio Franz Kafka no quería que sus manuscritos le sobrevivieran, por eso le pidió a su amigo y albacea, el también escritor Max Brod, que los quemase después de su muerte, en 1924. Brod no respetó los deseos de su amigo y se llevó consigo los documentos cuando emigró a Palestina, tras la ocupación alemana de Checoslovaquia en 1939.
Hace poco, y tras muchas y muy kafkianas idas y vueltas legales, el Tribunal de Familia de Tel Aviv, ordenó que el archivo personal de Max Brod, que contiene los documentos, se transfiera a la Biblioteca Nacional de Israel, donde Brod deseaba que estuvieran, según dejó escrito en su testamento. En él, le pedía a Esther Hoffe, su secretaria y supuesta heredera del controvertido archivo, que lo donara a alguna institución israelí.
Pero una vez más, y ante un legado de tal valor histórico y claro, económico, ganó la falta de respeto a los deseos del difunto, y cuando Hoffe falleció, en 2007, repartió el legado entre sus dos hijas, dando comienzo a una historia de conflictos entre las herederas, las instituciones académicas y los archivos nacionales alemán e israelí, que no llegó a su fin hasta ayer, cuando la jueza sentenció que “se puede determinar que los manuscritos no fueron entregados como regalo”.
En 2009 Israel inició un juicio contra las herederas exigiendo la devolución de todos los papeles, pero las hijas de Hoffe alegaron sentirse en su derecho de quedarse con los manuscritos, o lo que quedaba de ellos, ya que su madre, antes de morir, había vendido el original de El proceso , y otros documentos a varias instituciones.
Mientras la heredera sobreviviente habla de apelar el veredicto, el Estado de Israel reclama los documentos, algunos de los cuales están en cinco cajas fuertes que fueron abiertas el año pasado tras otra compleja instancia judicial.
Se trata de decenas de miles de páginas, entre las que se encuentra el diario personal de Kafka y correspondencia con otros escritores, y si todo sale según el deseo de Brod, pronto serán accesibles para el público general, tras permanecer décadas en manos privadas.
Las dos hermanas, que viven en Tel Aviv, insisten en quedarse la amplia colección de documentos, pero las autoridades argumentaban que forman parte de la herencia cultural de Israel y deben entregarse a la Biblioteca Nacional de dicho país.
El Tribunal de Familia de Tel Aviv falló ahora tras hacer una cuidadosa interpretación del testamento de Brod, de 1961, «pieza central en la disputa», que las Hoffe no recibieron la colección como un regalo. Por ello, ordena que los textos sean entregados a la Biblioteca Nacional.
Fuente: El Clarín