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23 de abril: Día internacional del libro. ¿Y del derecho de autor?

¿Què sentirà un escritor al enfrentarse a una pàgina en blanco?
¿Qué sentirá un escritor al enfrentarse a una página en blanco?

Todos tenemos medianamente claro por qué se celebra el día del libro y qué implica esta festividad internacional. Y para quienes no lo tiene tan claro  o quieren un recordatorio, hay varios artículos -e incluso sitios web-  que se dedican a refrescarnos la memoria. Por eso, decidí que no ahondaré en un tema que otros ya han planteado con más  maestría de la que yo podría ofrecerles. A cambio, me dedicaré a hablar de los derechos de autor: tema que considero «el hermano menor» de esta celebración.

Derechos de Autor en Chile

En Chile el derecho de autor involucra un aspecto patrimonial y uno moral. En la primera clasificación, se vela por el derecho a obtener beneficios del trabajo intelectual de una persona, ya sea en forma directa a través del propio autor, o de sus beneficiarios. El aspecto moral guarda relación con los derechos que tiene un creador intelectual a declararse públicamente como el «padre» de un determinado producto intelectual. Y bajo ese prisma tiene derecho a cambiar su obra, retractarse , actualizarla, etc.

Tenemos varias instituciones que velan por el derecho de autor. La SADEL (Sociedad de Derechos Literarios) se dedica en exclusiva a trabajar con los autores de obras literarias. Su trabajo se complementa con  la  SCD , una suerte de organismo-primo cuyo foco está en los derechos de creadores musicales y en la protección de la música en general. Evidentemente tenemos todo un marco jurídico y leyes que respaldan esta labor, la cual no sólo involucra el derecho de autor, sino que otro concepto estrechamente relacionado: la Propiedad Intelectual. La DIBAM  tiene un departamento dedicado a trabajar con la ley de propiedad intelectual, los derechos de autor y los derechos conexos (aquellos que le competen a artistas intérpretes y ejecutantes, productores fotógraficos).

Creative Commons (CC) nos dan licencias para usar material respetando los derechos de autor
Creative Commons (CC) nos da licencia para usar material respetando los derechos de autor

Como podrán observar, hasta acá el panorama considera varios conceptos y una serie de organismos públicos y privados. Pero todo termina allí, ya que los contenidos digitales han generado un nuevo campo de acción que se ocupa de analizar los límites al derecho de autor que plantea internet, las redes sociales y toda suerte de plataformas digitales de contenidos. En esa línea de trabajo existe, en Chile, una ONG derechos digitales dedicada en exclusiva al tema, y también hay unaprotección llamada Creative Commons (se podría traducir como «Bienes Comunes Creativos») que faculta el uso de material, documentos, fotografías, ilustraciones, etc. en forma libre, siempre y cuando se sigan una serie de instrumentos jurídicos en base a licencias que ofrecen al autor una forma simple y estandarizada de compartir y usar su trabajo creativo bajo las términos y condiciones de su elección. Si le interesa este tema, le recomiendo esta «Linkografía» que recopila una amplia gama de antecedentes respecto al derecho de autor.

Sin embargo, y a pesar de toda la información y de todas las instituciones dedicadas a promover el derecho de autor, a lo largo de mi ejercicio como bibliotecaria, me ha tocado enfrentar preguntas que denotan que aún seguimos siendo una sociedad desinformada, y mucho. Lo curioso -y peligroso- del asunto, es que este vacío se suple con algunos juicios errados, como por ejemplo:

  • En Chile los libros son caros porque los escritores cobran mucho
  • Hoy en día cualquiera puede publicar su obra, sólo basta con «subirla» a un sitio en internet
  • Para respetar los derechos de autor, sólo basta con mencionar la fuente y ya se pueden usar imágenes, ilustraciones, fotografías y un largo etcétera.

Debemos recordar que sin autores, no habría libros que leer -ni que celebrar-. Por ello, me pregunto porque hay tantas actividades que celebren al libro y tan pocas que se dediquen a ensalzar el derecho de quienes se dedicaron a escribir y crear una obra. Claramente atisbo algunas respuestas: los derechos de autor son una materia más árida, más «fome» si se quiere. Y no reviste tanto colorido ni entretención como celebrar al libro. Por otro lado, el libro es un objeto social reconocido por todos, mientras que los derechos de autor son un intangible más difícil de transmitir.

Es por eso que he querido dar una vuelta de tuerca, y pensar en el proceso previo al hacer valer los derechos de autor: el proceso de escribir y llevar a cabo una empresa literaria que decante en algo que todos apreciamos: el Señor Libro.

 

«El oficio de escritor es un oficio miserable»

 

«El oficio de escritor es un oficio miserable, practicado por gente que está convencida que es un oficio magnífico». La frase fue acuñada por Roberto Bolaño en una entrevista que le hizo el año 2009 Cristián Warnken en  el entrañable programa «La Belleza de Pensar. Leerla me lleva a reflexionar sobre el acto de escribir como forma de vida y el oficio de escritor. Hay mucha teoría al respecto, abundante bibliografía que permite hacernos una idea de lo que implica desde diversos ángulos. Sin embargo, mi tributo en este post es modesto pero efectivo: ponerme en los zapatos de un escritor por un momento.

Una hoja en blanco es todo un desafío para un escritor
Una hoja en blanco es todo un desafío para un escritor

¿Será un oficio tan miserable como señala Bolaño?, ¿Es un oficio de ególatras y una hoguera de vanidades como cada año se comenta, al momento de entregar premios literarios?. Independiente de los aspectos negativos que un escritor como Bolaño pueda ver -los cuales comparto luego de escuchar sus argumentos en la entrevista- el autor de una obra tiene un mandato que no puede desoír, y debe escribir como si en eso  fuera su vida.  Al menos de esa forma me imagino a un escritor.

Como ven, tengo más supuestos e interrogantes que respuestas. Sin embargo, respecto a los derechos de autor hay algo que tengo por cierto: los autores deben lidiar con un medio en el que los derechos intelectuales, creativos, culturales y artísticos no son los más reconocidos por el mercado industrial. Y a veces , hasta por nosotros mismos: los lectores y consumidores de cultura.

 

¡Larga vida al libro!

¡Larga vida a los escritores y autores!

 

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Leer será tener una copia ilegal en el cerebro

cc: derechoaleer.org
cc: derechoaleer.org

La polémica frase que brinda título a este artículo es de Christopher Kelty, profesor de la Universidad de California, frente al cierre de  la librería virtual «Library.nu». Kelty señala además  que el centro de la discusión debería estar entre la idea de criminalizar el acceso a los libros “ilegales” contrapuesto al asunto de compartir conocimiento.

 

La historia de Library.nu (también conocida como «Gigapedia») y del cierre de su sitio  -el cual albergaba miles de libros en línea en forma gratuita-  fue el broche de oro que marcó la contienda ganada por  la coalición de 17 editoriales que exigieron su clausura.  La misma coalición que ya bajó a  Megaupload y apretó a The Pirate Bay, entre otros. Sin embargo, ante la ausencia de un reemplazo considerable en relación con la oferta que había logrado Library.nu, instituciones y organizaciones que bregan por los derechos de los lectores,  profesores y estudiantes se preguntan si el daño sobre el acceso a la cultura no es mayor que el daño al “derecho de autor”. Es decir, Library.nu era un problema y también una gran solución.

Las diecisiete compañías editoras se unieron desde Estados Unidos, Inglaterra y Alemania para bajar al sitio que tenía una increíble oferta de literatura universal, la cual rondaba los 400 mil ejemplares y algunos dicen que podría haber llegado al millón. Entre las editoriales en contra, están Harper Collins, Oxford University Press y Macmillan.

cc: educationnews.org
cc: educationnews.org

Lo que cuestiona y plantea  Christopher Kelty, quien además de profesor es autor del libro «Two Bits: the cultural significance of the Free Software«, es que el sitio tenía principalmente libros escolares, monografías, análisis biográficos, manuales técnicos, investigaciones en ingeniería, matemática, biología y ciencia, textos con copyright pero fuera de mercado – mal y bien escaneados-  en inglés, francés, español o ruso.  Kelty va más lejos en  su artículo “The Disapearing virtual library” al señalar que esos “bárbaros que pusieron la industria editorial de rodillas no eran otros que estudiantes de cada rincón del planeta deseosos de aprender». Eso es lo que miles de jóvenes y adultos con avidez de aprendizaje hicieron con Library.nu, en apenas unos pocos años “crearon un mundo de lectura y apostaron a compartir contenidos”.

De acuerdo a lo expuesto en su artículo, Kelty señala que los editores piensan que se trató de una gran victoria en la “guerra contra la piratería”, que va a mejorar las ganancias de la industria y les ofrecerá mayor control. Por el contrario, los mal llamados “piratas” piensan que simplemente el contenido se irá hacia otro sitio. Sin embargo, el meollo del asunto  está en comprender que la demanda global por el aprendizaje y la escolarización no está siendo tenida en cuenta por la industria editorial. La gran clase media global está deseosa de  compartir conocimiento. Esta vez, el argumento en contra de Library.nu todavía es más difícil de defender, ya que  no se trata de entretenimiento sonoro o de jóvenes haciendo travesuras y copiando discos para que los bajen sus amigos, sino de un colosal acceso al conocimiento.

La furia por la interrupción al acceso al conocimiento se apoderó de las redes sociales, los blogs, los posts y miles de universidades de todo el mundo que habían encontrado en Library.nu un espacio para terminar con la escasez de acceso al saber, en un mundo en el que la industria editorial sigue pensando que el saber ocupa lugar y hay que pagar por él. O como dice magistralmente Kelty en un tramo de su artículo, “dentro de poco, leer será tener una copia ilegal de un libro en el cerebro”.

 

Artículo escrito por  Mariano Blejman  (@blejma) y extraído de a edición en línea del periódico argentino  página 12