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El libro objeto: cuando la lectura se vende por separado

(c) Su Blackwell
(c) Su Blackwell

Se sorprenderían si supieran la cantidad de personas que colecciona libros, más allá del valor que pueda tener su contenido. Muchas veces lo atractivo es el libro como objeto. Puede que a algunos no les guste leer, pero les cautiva su carga simbólica. Otros los compran porque les encantan sus portadas, o porque las ediciones son maravillosas. ¡Hay para todos los gustos!

Yo no los culpo, más de una vez me he sorprendido tentándome ante un ejemplar de atractivo aspecto. El dicho “No juzguen un libro por su portada” claramente no aplica en estos casos. Desde los incunables , el libro es uno de los objetos más antiguos de la historia. Pero no me quiero poner latera, prefiero explicarles lo que pienso al respecto: los libros pueden llegar a ser un objeto de deseo, rayando incluso en lo mítico. Veamos: se les asocia generalmente con cultura, conocimiento, información, sapiencia. El intelectualoide que siempre tiene una cita a flor de labios, un libro bajo el brazo y un comentario bien documentado para zanjar cualquier discusión, no es una mera caricatura. El libro viste y reviste.

También es un objeto misterioso, ¿nunca han guardado secretillos entre las hojas de los libros? Técnicamente una de sus partes se denomina “guarda”. Personalmente debo reconocer que he sido bien básica a la hora de encontrarle otras utilidades al libro: me han servido como peldaños (soy muy baja, tengo excusa), como la tradicional mesa , como escondite secreto cuando jugaba a los espías (guardaba en el lomo cóncavo documentos ultra secretos) , o como una suerte de “nivelador” de muebles . Digamos que no he sido muy original. Pero, si de originalidad se trata, el artista Brian Demetter hace verdaderas disecciones de los libros , tallándolos como si éstos fuesen madera . O el escultor Tom Bendtsen, quien expuso sus monumentales obras hechas  a partir de libros . Tal parece que entre la ilimitada imaginación de los escritores y la de los artistas pensando en la plasticidad del libro, hay un estrecho vínculo. Incluso, ha habido exposiciones en museos y galerías en honor al libro. La más famosa, a mi juicio, es la del MOMA en Nueva York. Este museo dispuso la colección “Book Shelves” . En ella, Cindy Sherman expone un sugerente fotografía en honor al libro “Untitled film still # 13” ; Josh Smithy, por su parte, interpreta su particular visión de un estante de libros con el “Book Shelf” , y Lawrence Weiner nos ilustra con “A bookcase for one star press” , entre muchos otros que se han inspirado en este objeto.

Pase, tome asiento, y lea…

Mención aparte merecen las sillas diseñadas a partir de libros. Las hay ultra fashion, funcionales, divertidas, ergonómicas: el bookseat , presentado en el festival de Diseño Interior de Toronto el año 2008 es un claro ejemplo o el obvio pero increíble diseño del australiano Jye Edwards . El bibliopouf es otro ejemplo: mezcla el diseño y la ergonomía. El bookinist del artista Nils Holger es espectacular, pues dan ganas de sentarse a leer con estilo y con todos los libros a la mano, o el práctico y funcional Bookcase chair , que combina estanterías de libros con un espacio para leer. Pero de todos, mi preferido es el book chair expuesto en el MOMA. Nada que hacer: buen gusto, diseño, ergonomía y comodidad para el lector. ¿Quién dijo que el libro es sólo para leer?

Que duda cabe: los libros tiene lo suyo. Un halo especial les rodea, y les da un toque especial, ante el cual más de un creativo ha sucumbido. Algunos hasta lo han transformado en objetos prácticos: estanteríaslámparasjoyeros . La lista es variada y extensa. Pero, de tanto estilo, pasemos al objeto puro, prístino: mi amigo El Libro. Su aroma, empaste, portada, tipo de papel, ilustraciones, tipografía, fotografía, formato y quien sabe que otra cosa ha sido la perdición de muchos bibliófilos . Algunos han llegado a pagar cifras astronómicas por ediciones de lujo o de valor histórico.

Cotidianamente el libro está a nuestro lado, pero algunos poco imaginativos no acertamos verlos desde otra perspectiva. Bienvenidos sean, entonces, artistas, diseñadores, escultores y todos los que nos acercan a esta nueva forma de gozar el libro: donde leer viene por separado.

Por Claudia Gilardoni

Bibliotecóloga especializada en conductas lectoras y alfabetización académica, ámbito en el cual ha realizado estudios documentales y de campo, así como también investigaciones experimentales para diversas entidades públicas y privadas.
Actualmente se dedica a la gestión de bibliotecas académicas en una universidad privada chilena y dirige la Fundación Leamos Más.

2 respuestas a «El libro objeto: cuando la lectura se vende por separado»

Muy interesante, Claudia. Si bien algo conocía del tema,me gusta cómo lo expones y lo centras. Para mí también los libros son un objeto de culto, no importa cuán maltrechos estén. Una amiga de mi marido tiene el hábito de arrancar y botarlas páginas leídas para que el libro como objeto en sí mismo no la incomode, yo sufro de sólo imaginarlo, pues los libros son mis mejores amigos desde antes de aprender a leer.

Los libros tienen una alta carga emocional, no sólo por su contenido: también se relacionan con momentos y épocas vividas. El libro es un objeto en si mismo, sino, que le pregunten a los bibliófilos!!. Tampoco me imagino prescindiendo de los libros en mi vida, y sé que somos much@s los que opinamos de esa forma.
Gracias por tu comentario, Gloria

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