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Marilyn Monroe, ratoncilla de biblioteca

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Tenía una faceta «ñoña» de lectora empedernida

Tras su  imagen de sex symbol, Marilyn Monroe escondía una faceta intelectual.  Su biblioteca personal albergó una colección de más de 400 títulos… al parecer, más que devoradora de hombres, ¡lo era de libros!

Este año se conmemoran los 50 años  del fallecimiento de Norma Jeane Baker -verdadero nombre de la actriz- por lo que hemos querido indagar un poco más en el perfil lector de esta mítica mujer que ha sido, durante décadas, icono de belleza.   Pocos saben que la Monroe dedicaba mucho tiempo a la lectura, disfrutando la literatura y por sobre todo la poesía. Quizás esto fue lo que la inspiraba a escribir en diarios y libretas una gran cantidad de nostálgicos poemas. Su pasión por las letras era conocida sólo entre sus amigos más cercanos,  tanto así que sólo unos pocos llegaron a conocer algunas de sus aspiraciones literarias, ya que era muy temerosa de las críticas y de las opiniones respecto a esta faceta intelectual.

Photograph by Alfred Eisenstaedt.
Portada del libro «Fragmentos». Fotografía de  Alfred Eisenstaedt.

Todo esto se revela en el libro «Marilyn Monroe: Fragmentos» editado el año 2010 por Bernard Comment y Stanley  Buchthal. Esta obra detalla con especial delicadeza este nuevo cariz  de la actriz, ya que  revela  de sus libretas y diarios personales -escritos entre  1943 y 1962-   toda su ingenua creatividad. El libro la presenta, además, como una mujer de profundos pensamientos  acerca de la vida, la existencia y el amor.  Respecto a sus escritos, llama la atención que Marilyn se atreviese con la poesía ya que este género no es sencillo. Sin embargo leyendo sus poemas (algunos han sido traducidos al español) me doy cuenta que son muy simples, con tendencia al pesimismo, la nostalgia y la tristeza, como éste verso:

«Ahora que lo pienso siempre he estado aterrada de llegar a ser realmente

la esposa de alguien

pues la vida me ha enseñado que nadie puede amar a otro

nunca realmente.»

El  dramaturgo y ex esposo de Marilyn  Arthur Miller, señaló, tras su muerte: “fue una poetisa callejera que habría querido recitar sus versos a una multitud ávida de arrancarle la ropa.”

Marilyn y su marido, el dramaturgo Henry Miller
Marilyn y su marido, el dramaturgo Arthur Miller

Evidentemente la imagen vana y tontuela de Marilyn era sólo eso: una  imagen que Hollywood vendía, ya que no era muy congruente que la coqueta  actriz fuera una ávida lectora. Y, que ademas de ello, fuese de temperamento reflexivo, nostálgico y depresivo. Después de todo, ¿qué pensamientos pueden nublar  la cabeza de una linda chica rubia a tal punto de llegar a entristecerla?. Es evidente que los ejecutivos de Hollywood  se esmeraron en hacernos ver sólo las curvas  y la ingenua sonrisa de la actriz, puesto que le fueron dando sólo roles de rubia sensual que sólo necesita  caminar coquetamente con un ajustado vestido. Algo que Marilyn se esmeró en hacer muy bien, quizás demasiado porque   nunca logró despojarse de esos roles.

Sin embargo la mítica blondie cursó estudios de literatura en  la UCLA y además fue la debilidad durante cinco años del intelectual, escritor y dramaturgo Arthur Miller (autor de la  famosa obra de teatro «La muerte de un vendedor», entre otras). Su matrimonio con Miller, el intelecto más brillante de la época -vale destacar que ella  idolatraba a los hombres inteligentes- comenzó de manera bastante feliz y los primeros años se cuentan entre los más satisfactorios de Marilyn, quien parecía calzar muy bien en el círculo intelectual de Miller. Me pregunté si habría influido este hombre en los gustos literarios de su mujer, o  si habría la  mirado con desdén al sentirse superior académica e intelectualmente. A poco andar, y leyendo de otras  fuentes, descubrí que era así: Miller se sentía avergonzado de ella frente a sus amigos, algo que Marilyn descubrió en un diario que él solía llevar. La decepción de su esposo la caló hondo y nunca pudo superar este sentimiento de traición de su parte.

 

La biblioteca de Marilyn

Marilyn posando para la revista LIFE, en su biblioteca
Marilyn, en su biblioteca, posando para la revista LIFE.

Sea como fuere, los libros eran una debilidad para la dulce Marilyn, y eso queda demostrado por su vasta biblioteca de más de 400 títulos. ¿Sus autores favoritos?  James Joyce, Walt Whitman,  Heinrich Heine, Saul Bellow, Carl Sandburg. Con los norteamericanos Truman Capote e Isak Dinesen llegó, incluso, a forjar una amistad lo cual no es de extrañar ya que en esa época Marilyn frecuentaba la elite social de Nueva York. Sin duda no le costaba desplegar sus encantos en este ambiente, pues  tenía especial predilección por los intelectuales y artistas.

A lo largo de su vida fue coleccionando diversos tipos de libros, no se sabe si regalados, comprados, donados o heredados. Esta colección llegó a ser tan codiciada, que en 1999 Christies clasificó y subastó su biblioteca,  con libros entre los cuales figuraban biografías, literatura americana, antologías, arte, obras clásicas, literatura francesa, obras de Freud, libros de sátira y humor, música, obras de teatro, poesía política, psicología, literatura rusa, literatura de viajes. No sabremos si todos estos libros le pertenecían, o si al menos los leyó, pero si podemos estar seguros de que los libros eran parte de los objetos cotidianos con los que convivía. La lista completa  se encuentra disponible en un foro especialmente dedicado a los libros que Marilyn leía. Vaya detalle de sus fans, ¿no?

 

Los «paparazzi» tras una ávida lectora

Marilyn Monroe Reading Ulysses, Long Island, New York, 1954. Photo by Eve Arnold
Marilyn leyendo «Ulises» en  Long Island (NY, 1954). Fotografía de  Eve Arnold

Hay una foto de Marilyn leyendo «Ulises», la magna obra de James Joyce – un clásico que en la mayoría de las ediciones consta entre  800 y 1.000 páginas- que ella solía leer tranquilamente entre escena y escena. Según leí en un blog, Marilyn señala que la lectura no se le hacía muy fácil, situación que superaba leyendo de a poco y muy lentamente. Cada uno tiene su ritmo, ¿no?.

Sin embargo, independiente de cuánto  tardara en leer,  la afición literaria de Marilyn quedó retratada varias veces. Sam Kashner, periodista de la revista Vanity Fair, relata: «muchos fotógrafos tomaron fotos de Marilyn  durante sus primeros años como actriz que la mostraban leyendo, lo que a ella le  gustaba. Eve Arnold la fotografió para la revista Esquire en un patio en Amaganstt leyendo Ulises, Alfred  la fotografió para Life, usando unos pantaloncillos blancos y una polera negra,  arrodillada en un sofá, leyendo frente a una estantería de libros de su biblioteca personal»

Si algunos fotógrafos pensaban que era divertido que la voluptuosa «dumb blonde» (rubia tonta) más famosa del mundo posara con libros de autores de prestigio, el tema no era broma para ella. Los  diarios y poemas de Marilyn  recientemente publicados revelan a una joven mujer para quien la escritura y la poesía eran vitales como medios para descubrirse a sí misma y para organizar su pensamiento a través de su  tumultuosa vida emocional. Los libros fueron también un refugio para Marilyn durante sus episodios de insomnio, los cuales eran recurrentes y prolongados.

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Esta es una de mis fotografías favoritas. Posa coquetamente con  un libro

Su amor por los libros era genuino, y al parecer no desperdiciaba oportunidad de ser fotografiada leyendo, lo cual no refleja más que una desesperada necesidad de ser tomada en serio como una mujer inteligente, con algo extra además de sus obvios encantos físicos. El castillo mágico de Hollywood y aún propia imagen se habían vuelto una cárcel y ella hizo lo que tantos encarcelados han hecho para evitar volverse locos: se recogió en el mundo privado de los libros y exploró sus pensamientos y sentimientos a través de sus diarios de vida.

Y,  como sabemos los buenos  lectores,  el mundo nunca es mejor que cuando se está  confortablemente sentado,  perdido en un buen libro. Es así como las preocupaciones se disipan y la imaginación vuela a lugares lejanos. Ciertamente  Marilyn no llegó  a ser una intelectual de tomo y lomo, pero estoy segura que pasó grandes momentos en la honesta compañía de los libros.

 

 

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Book Dealer Reseñas Literarias

El lectoespectador, porque ya no somos lectores ni espectadores


Portada del libro
Portada del libro

Vicente Luis Mora es crítico literario, ensayista, escritor español y reciente autor de la obra  «El lectoespectador». El texto se ocupa de presentarnos el nuevo entorno en el que se desarrollan la comunicación y la creatividad narrativa, y para ello  contempla medios como Google, Twitter, la televisión o la literatura a medio camino entre el texto y la imagen. El lectoespectador también profundiza en temas literarios ya que, a juicio de Mora: el narrador es hoy quien más atención está prestando a la realidad; el novelista es quien nos está contando ahora los cambios en directo.

De esta forma, El lectoespectador acentúa  la división entre aquellos escritores que permanecen alejados de la red y los que prácticamente viven inmersos en ella. Y eso no hace más que plantearse una serie de dudas que avivan el debate sobre la narrativa y que dan pie a una reflexión subjetiva respecto a la extrema importancia  que se le está dando al medio, por sobre el mensaje. De esa forma comenzamos a olvidar que lo principal es la calidad de los textos, la forma cómo estos se comprender e  interpretan, más que el formato o fondo.

La inmediatez de internet no debe implicar además, como menciona Mora, la desaparición del proceso de selección y edición- algo importantísimo en el resultado final de la obra narrativa- ya que sin edición, depuración y corrección nos abocamos a leer textos en estado bruto. Las posibilidades formales y estructurales que nos proporcionan las nuevas tecnologías son muy interesantes e inspiradoras de nuevos ámbitos en los que desarrollar esos textos. Pero el hecho de usar esas tecnologías no implica que el texto “ascienda” a una división superior.

Obviamente el libro está disponible en versión Kindle
Obviamente el libro está disponible en versión para Kindle

Tampoco usar unos mismos medios para difundir  opiniones y textos, y también -por qué no- para publicitarlos, permite que se compartan  intereses narrativos. Por eso, lo  que desarrolla Vicente Luis Mora en El Lectoespectador es una visión de futuro prometedora e interesante. Nos anima a seguir las múltiples vías y posibilidades que nos ofrecen los medios digitales y la necesidad que tenemos todos de explorarlas intensa y extensamente, descubriendo en esa búsqueda las probables nuevas formas de la narrativa futura.

En definitiva, la obra pretende generar diálogo y tiene el valor de enmarcar un debate, al que tarde o temprano todo aquel que se dedica a la literatura acaba enfrentando y que hace referencia a cómo estar a la altura de nuestro tiempo, exponiendo al lector a una nueva cosmovisión que contrasta con una obsoleta mirada al presente teconológico. Bajo esta premisa el autor despliega en 17 capítulos (contando prefacios, apéndices…) una determinada visión del mundo, de la literatura y de la crítica en la que la tecnología que nos conforma como hombres hoy tienen un papel importante. Grosso modo la filosofía se puede dividir en tres grandes grupos: la metafísica (que da cuenta de cómo es el mundo); la epistemología (que da cuenta de  cómo conocemos el mundo) y la lógica (que da cuenta de qué razonamientos son válidos). De forma similar, Mora expone cómo es el mundo hoy: Pangea; cómo se conoce este mundo hoy: a través de la imagen, y en el caso de la lectura a través del lectoespecatador, y expone algunos silogismos en la era de internet. Así, y aunque no están citados directamente en libro, se pueden leer en la cuenta de twitter del autor algunas de sus consideraciones sobre las redes sociales

 

Vicente Luis Mora
Vicente Luis Mora

En palabras del autor «De un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que me siento algo saturado. Creo que mi falta de respuesta a algunos libros que en otras circunstancias hubieran sido reseñados (El rey pálido, Libertad, etc.) se debe a que siento cierto cansancio en lo tocante a lecturas «obligadas». Durante unos meses voy a dejar la crítica literaria de actualidad, centrándome en lecturas realizadas por puro gusto, sin necesidad de opinar sobre ellas. Haré algunas recomendaciones puntuales, sin honduras analíticas, y aún tengo que subir la lectura de una reciente edición de Gargantúa y Pantagruel, pendiente de publicación en otro lugar. Cuando vuelva, lo haré con las pilas cargadas y con voluntad de seguir compartiendo lecturas, como hasta ahora. Hasta entonces, El lectoespectador es mi aportación crítica a la conversación. Ojalá os guste.»

Si quieres más detalles se la obra,  puedes revisar el  índice desde el blog del autor.

Mora, Vicente Luis El Lectoespectador. Barcelona: Seix Barral, 2012. 288 p.

ISBN: 9788432214080

Fuentes: El lamento de Portnoy y Entrefragmentos

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Entrevistas

Aramís Quintero, poeta, narrador y ensayista cubano: “Sin lectura vivimos de una manera muy primaria”.

Aramís, en la intimidad de su hogar
Aramís me recibió en su casa para esta entrevista

Aramís Quintero Segovia, Poeta, narrador y ensayista cubano radicado en Chile desde 1999. Especialista en literatura para niños y jóvenes y en técnicas de animación a la lectura. Cofundador de la Corporación Lectura Viva. Ha publicado numerosos libros en Cuba y ha obtenido importantes premios en su país. En Chile ha publicado «Rimas de Sol y Sal», Ed. Alfaguara, y «Todo el cielo un juguete», Ed. Arrayán; ambos poesía para niños.

Entrevista realizada por Carolina Leiva Binimelis

Llego a su departamento ubicado en lo más céntrico del centro de Santiago y me recibe haciendo un ademán de bienvenida. Me siento a gusto. Sólo bastaron minutos de conversación para que me sorprendiera con su espontaneidad: “Me inicié como lector leyendo historietas, mi favorita:La Pequeña Lulú. Me las devoraba todas, hasta las que contaban  historias de santos, luego de eso, tenía el motor de la lectura echado a andar”. Así es Aramís, un amante de la lectura y de la sencillez, reacio a la impostura solemne de los intelectuales. Rebosan en él las letras y el amor por el arte y lo humano: palabra palpitante.

Me detengo en sus ojos vivaces cuando recuerda un pasaje literario estremecedor que abarca desde una historieta, un poema infantil, un chiste; hasta la remembranza de una escena maravillosa de «La montaña mágica« de Mann, pasando por Hesse y Proust, entre otros. Quiero que continúe lo que le cuento, porque también sabe leer la oralidad de mis relatos. Me sorprende, y me pregunto si algunos seres somos completamente traducibles o simplemente estoy ante un viajero interminable que ya conoció a muchos otros, y que en alguna esquina ya había conversado con alguien como yo.

Probablemente, Aramís estaría de acuerdo con esta idea de Bolaño: “El oficio de escritor es un oficio de exiliados”, porque para Quintero la literatura “es el reino de los matices”, es el lugar de encuentro que sólo se encuentra en el extravío. Es el goce, ante todo, sin deudos, sin excusas.

 

-¿Por qué lees, Aramís?

Porque me gusta, es una adicción.

 

-¿Has variado ese pretexto de lectura en el transcurso de tu vida?

Al principio era el puro placer de la lectura. Con el tiempo el puro placer se fue matizando con preferencias temáticas, de género y estilo literarios, de autores. (Conversamos largamente de la inclinación que tenía por ciertos autores, fue así como me enteré de que leyó a Hesse con pasión, pero que intentó sin éxito entusiasmarse con Demián,  texto al que le dio más de una oportunidad y que no hubo caso. Me pregunté: ¿sabrá Aramís que este libro es el caballito de batalla de los profesores de lenguaje hace ya varias décadas?, pero preferí no interrumpirlo con chismes gremiales).

 

Portada de uno de los libros de Aramís
Portada de uno de los libros de Aramís

-¿Un buen lector es quién…?

Es quien es adicto a leer -dice. Y acto seguido se pregunta a sí mismo- ¿Leer cualquier cosa?, se podría creer que así es, pero  el buen lector es el adicto capaz de crecer con la lectura, entendiendo “crecer” en un sentido abarcador, humanístico.

 

-¿Qué prefieres leer?

Poesía, narrativa, ensayo. También me interesan otros textos no literarios sobre ciertos temas (historia, pensamiento, espiritualidad, arte, divulgación científica, etc.)

 

-¿Qué tipo de libros no tomarías ni en la sala de espera de algún edificio público?

Temas típicos de farándula, deportes, cómo tener éxito en esto o lo otro, y una larga lista de las llamadas cosas “contingentes” o comerciales o ligeras. Tampoco tomaría, si por alguna extraña razón los hubiera, libros serios,  pero plúmbeos para los que no estoy entrenado.

 

-Parra dice en su Manifiesto que la poesía es un artículo de primera necesidad. ¿Qué piensas al respecto?

Sí, entendiendo la poesía como una cualidad esencial de ciertas cosas, instantes, personas, es un artículo de primera necesidad, porque nos ofrece una cota muy alta y valiosa de la experiencia de la vida, un atisbo de que vivir puede ser más y mejor de lo que es, puede tener una justificación más honda y plena, aunque sea por momentos. Eso, en la experiencia del idioma, encarna en la literatura, y en la poesía como género. Es decir, cuando realmente encarna.

 

Portada de otro de sus libros
Portada de otro de sus libros

-¿Cómo es posible que hoy día sobreviva la literatura, si nuestro universo está mediado por la ética y la estética del mercado?

Una posible (y sombría) respuesta está quizás en la propia pregunta, al decir que la literatura sobrevive. Se puede añadir: todavía sobrevive. Con esto subrayo una característica de nuestros días: hablamos del presente con cada vez más incertidumbre sobre el futuro. Esta velocidad de los cambios es inédita, nuestra psicología está bajo presión, no se le da tiempo a adaptarse. Es grato pensar que las cosas que más queremos van a sobrevivir de un modo u otro sin desvirtuarse, sin pasar a ser otra cosa, pero cada vez tenemos más dudas. El futuro, incluso el que está a la vuelta, se hace más y más inimaginable. Preguntas obvias pero sin respuesta serían estas: ¿es posible que este ritmo de cambios se mantenga indefinidamente? ¿La curva ascendente no tendrá que llegar en algún momento a una meseta, y mantenerse en ella por un tiempo? No me refiero tanto a los cambios tecnológicos en sí mismos, como a los cambios de mentalidad y actitudes que ellos acompañan y en parte condicionan. No podemos evitar que algunos de estos cambios los percibamos como deterioro, como declive. Por ejemplo, deterioro del espíritu humanístico e ilustrado del que somos herederos y del que hemos estado justamente orgullosos por mucho tiempo. Eso parece reflejarse en el indiscutible deterioro de la calidad de la educación en una amplia geografía. Y desde luego en la creciente primacía del espíritu comercial sobre la antigua dignidad que establecía perfiles y criterios selectivos de calidad en el mundo de las editoriales. Si estas percepciones de deterioro son acertadas, bien puede uno preguntarse: ¿sobrevivirá la literatura como arte? Quizás todavía sobrevive porque aún sobreviven autores y lectores de la “vieja escuela”. Tal como van las cosas, ¿habrá un relevo sostenido para ellos? Como se ve, en el fondo devuelvo la pregunta.

(Con sus reflexiones  no supe responder ni volver a preguntar . Pensé que necesitaría darle más de una vuelta a la pregunta inicial y a las posibilidades que me había devuelto Aramís).

 

-¿Qué opinas de la literatura de autoayuda?

Sobre autoayuda, crecimiento, espiritualidad, pasa lo mismo que sobre tantas cosas: hay libros serios, buenos, pero son los menos, se pierden (para la mayoría se pierden) entre tanta hojarasca engañosa, banal, superficial. Los tiempos que corren, tan acelerados y estresantes, cada vez más alejados de los soportes religiosos tradicionales, demandan recetas y muletas, y ahí está ese mercado medrando, prometiéndote hasta la iluminación en cuatro sesiones o con cuatro ejercicios. Algunos de esos temas, al igual que algunos temas científicos muy sonados (la relatividad, la cuántica y mil cosas asociadas a ambas), solo tienen dos formas de abordarse: en serio, para unos pocos preparados en serio, o como papilla para todos. No niego que la papilla de lugares comunes y simplificaciones pueda tener sus beneficios, igual que los placebos, y si usted lo necesita y no puede ingerir otra cosa, pues adelante. Lo cierto es que la mayoría de los consumidores de autoayuda, o crecimiento espiritual “fácil y en breve”, no podrían digerir ni dos páginas de Krishnamurti, Jung, Allan Watts o Ken Wilber.

 

-Donoso siempre se preguntó acerca de la trascendencia del escritor y su obra; destacaba que solo unos pocos logran la inmortalidad. Según su punto de vista, ¿qué es lo que tienen en particular esos pocos elegidos? En este sentido, ¿existe algún escritor contemporáneo al que apueste sin reserva?

Siempre va a ser interesante y pertinente preguntarse por qué han trascendido los más grandes, qué hay en ellos que pueda explicar eso. Lo malo es que las respuestas posibles pueden llenar libros enteros, o concentrarse en unos cuantos lugares comunes indiscutibles. La inmortalidad es una palabra inmanejable. ¿Sabemos nosotros, si es que la humanidad dura 500 años más, que Homero, Dante, Shakespeare, Cervantes, Goethe, van a seguir siendo lo que son? Es lo mismo que preguntarse: ¿cómo será la humanidad en unos 500 años más? ¿Podemos imaginarnos su psicología, su espíritu, sus percepciones? ¿Podemos afirmar tranquilamente que sí, que la humanidad ha sido y será siempre la misma? Esto quizás sea cierto, aceptando que también ha cambiado y seguirá cambiando constantemente. ¿Qué son los clásicos para los adultos formados de hoy, y qué son, hoy mismo, para los jóvenes estudiantes?… Por tanto, aplicar la pregunta a un contemporáneo es un puro juego.

 

-¿Por qué escribes, Aramís?

Porque me gusta, me gusta dar forma a ideas, sensaciones, emociones, me gusta batallar con el lenguaje para conseguir esa forma, puesto que la forma, en el arte, es lo decisivo. Me gusta expresarme de esa manera, sintiendo y provocando (o tratando de provocar) un placer estético, y también una complicidad en no se sabe quiénes. (Esos cómplices, en mi caso, podrían ser niños o jóvenes tanto como adultos, a través de diversos géneros, sobre todo narrativa y poesía).

 

-¿Qué les dirías a los bibliotecarios y coordinadores de biblioteca para apoyarlos en su empresa de fomentar la lectura?

Ante todo, que se hagan adictos a la lectura, si no lo son. Y para ello, que busquen y busquen los libros que puedan gustarles y se los lean, y que lleguen así a conocer sus colecciones. Y que se entrenen en hablarles de los libros que a ellos les han gustado a los niños y jóvenes, así como en leer bien en voz alta. Que se preparen, mediante cursos y talleres de mediación de la lectura, para que adquieran las nociones y desarrollen las habilidades más necesarias. Deberían descubrir la pasión lectora, y descubrir que la mediación de la lectura es una especialidad, y como tal requiere preparación.

 

Aramís Quintero
Aramís Quintero

-Se diría que el contexto actual para fomentar la lectura entre niños y jóvenes no es el más propicio: las familias no siempre acompañan en el proceso, hay muchos distractores audiovisuales e hipertextuales, los profesores siguen dando lecturas a modo de comprensión de lectura, etc. ¿Cómo sobrellevar estas circunstancias, y aun así motivar a los jóvenes a leer?

La respuesta se encuentra prácticamente en la anterior. Sí, los factores sociales y culturales que inciden en el problema de la lectura son varios, pero, para ser prácticos, hay que identificar protagonistas y concentrarse en ellos, sin descuidar al resto. Los docentes, desde el nivel parvulario, y el personal de bibliotecas, son protagonistas (para bien o para mal, según como lo hagan). Y ambos están ligados a instituciones, en contacto con una masa de niños y jóvenes, así que tienen un papel decisivo. Si no se hacen lectores ellos mismos, y si no se preparan como mediadores de lectura, esa batalla está perdida. (Prepararse como mediadores puede ayudarlos a convertirse en lectores). En realidad (hay que reconocerlo), hoy día esa batalla se está perdiendo, ante todo en la escuela, que es el escenario más amplio y de mayor peso. Si se comienza bien y temprano, en los niveles preescolares y en los primeros cursos básicos, la lectura tiene muy buenas perspectivas, a pesar de todos los distractores que existen. Pero eso requiere preparación de los adultos. Un factor clave sería introducir  sistemáticamente la mediación de la lectura como disciplina, como ramo, en las carreras pedagógicas y de bibliotecología. Mientras esto no se haga, todos los  esfuerzos serán fragmentarios e insuficientes. Y para dar ese paso decisivo, habría que contar con los especialistas en el tema, que no son meros profesores de literatura, ni meros bibliotecarios, pues la mediación de la lectura comprende otros saberes y experiencias muy específicos.

 

Conversamos del desinterés real por la lectura y sus formas, además de lo equivocados que están quienes ponen el acento en las mediciones de habilidades y competencias lectoras por sobre la curiosidad, la imaginación y el goce. Pero pienso que la contienda no está del todo perdida mientras existan pequeños espacios y grandísimos sujetos como Aramís que oxigenan este mundo con la comunión perfecta entre arte y humanidad.

 

Nos despedimos con un abrazo fraterno.