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Cine, literatura y zombies

Varios han sido los aportes del cine a la literatura contemporánea, y no sólo del cine, sino también de la televisión. Pienso, por ejemplo, en «Santiago Quiñones,  tira« novela de Boris Quercia -quien además es actor y director de cine- publicada el año 2010 por  Random House Mondadori. Es una historia breve, dinámica, entretenida, pero sin un gran valor literario. No obstante, la prefiero a ver alguna de esas series de televisión que se me hacen francamente insoportables. Aunque Quercia no habla de una serie de televisión en su relato, conocí su lógica y lo pude leer de corrido, sin zapping.

Es extraño que prefiera leer a ver una imagen en movimiento de historias malas, predecibles, estereotipadas y llenas de lugares comunes. Me devoré la novela de Quercia, pero no resistí su trabajo como director de la  serie de televisión «Huaquimán y Tolosa». Sé que el mío es un extraño caso, pero no tendría ningún conocimiento de este tipo de relatos audiovisuales y cinematográficos sino fuera porque algunos autores reivindicaron el género con su escritura.

Portada del libro
Portada del libro

Pienso, por ejemplo, en alguna película de zombis. Más de alguna vez vi el programa «Maldita Sea» del desaparecido Canal 2 Rock and Pop, en donde dos jóvenes tan extraños como sus películas miraban un televisor que le daba la espalda al público, mientras ellos sentados en un sillón, con cerveza en mano, comentaban películas de clase B, retrocediendo, adelantando, poniendo la imagen en cámara lenta, repitiendo la inusitada escena diez veces o más. La idea del programa era hacer sentir al público como en el living de estos muchachos (“el Pera” y “el Salfate”). Yo lo veía, nunca entero, no por las películas -que eran malísimas-  sino porque no entendía cómo alguien podía crear historias como esas y cómo otros podían entretenerse viéndolas. Hasta que leí «El beso de la mujer araña» del argentino Manuel Puig y me resultaron dignas de un Óscar.

La historia de la Mujer Pantera que relata Molina a Valentín en el inicio de la novela es fabulosa. Se sufre cuando Molina se cansa y quiere dormir, por lo tanto, deja en suspenso la “mala película”. Es gracioso imaginar como el lector reclama junto a Valentín el desenlace de la historia. Lo mismo ocurre con una película de zombis que cuenta Molina, la cual una se figura con actores sobreactuados, locaciones de mal gusto, pésimos efectos, entre otras características, pero que en la voz de Molina pareciera que fuese la primera y la última película de zombis de todos los tiempos.

Escena de la película inspirada en el cuento "El hijo del coronel" de Roberto Bolaño
Escena de la película  Nothingbutamovie inspirada en el cuento «El hijo del coronel» de Roberto Bolaño

Hace unos días leí «El secreto del mal« de Roberto Bolaño y ahí aparece un texto llamado “El hijo del Coronel”, texto supuestamente homónimo de una película de deplorable trama y factura, pero que sin embargo, el narrador dice que es una alegoría de su propia vida. “El hijo del Coronel” es la típica película de zombis -digo esto con una patudez y soberbia tremenda, ya que nunca he visto una entera, ni tampoco he visto tantas selecciones de escenas como para darle el adjetivo de “típica”- pero tampoco creo que haya que ser muy erudita al respecto si las características de estos filmes son siempre las mismas: zombies imbatibles, héroes intrépidos, jovencita linda a la que acosan  repelentes seres, inocentes contagiados que terminan persiguiendo a los pocos sujetos sanos que quedan en el pueblo.

En fin, esta película soporífera y sabida se hace magistral en el relato de Bolaño. Creo que toda historia por inferior que sea se convierte en una obra mayor si está bien contada, y no digo con esto correctamente bien contada, sino que excelentemente bien contada. No sé si me explico, Bolaño tiene eso. Sin ser un escritor sencillo es gráfico: lo veo, lo escucho, lo leo.

Con Puig y Bolaño vi las únicas películas de zombis de mi vida y feliz me las repetiría. Y mi intención no es hacer competir a la literatura con el cine. Me resulta absurda la comparación entre el libro y la película porque son registros distintos. Hay obras independientemente del género bien concebidas o mal nacidas, eso es todo. Es probable que haya alguna película de zombis que esté a la altura y que tenga un peso en su lenguaje, sin esperar a que llegue un buen narrador a convertirla en un imperdible como es el caso de los dos autores antes mencionados. Control remoto en mano la aguardaré.

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Bolaño por si mismo, entrevistas escogidas

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Fuente: Blog Fuente Bolaño

“Escribir no es normal, lo normal es leer y lo placentero es leer; incluso lo elegante es leer. Escribir es un ejercicio de masoquismo; leer a veces puede ser un ejercicio de sadismo, pero generalmente es una ocupación interesantísima”

Roberto Bolaño, 2003

 

Me interesa la literatura,  me interesa la narrativa, me interesa conocer  las historias de otros, y me interesa por sobre todo recrear lo que leo. Esto último es tarea sencilla, especialmente  cuando tengo a mi disposición  información extra , ya sea bajo la forma de la versión fílmica del libro de turno, biografía de los escritores, etc.

Ese es el caso de “Bolaño por si mismo. Entrevistas escogidas” libro que me ha estado acompañando  las últimas dos semanas y que estoy disfrutando en  módicas cuotas diarias.  La editorial de la Universidad Diego Portales ha demostrado nuevamente su ojo clínico publicando esta obra, no sólo por la labor de recopilar las entrevistas de los últimos 13 años, sino que por el  tino de compilarlas permitiendo que el desplante de Bolaño se presente tímido, a ratos, para luego sincerarse con alguna de sus frases mordaces y desinhibidas. Buen trabajo el de Andrés Braithwaite, quien realizó la labor de edición y selección del material. El prólogo corre por cuenta de Juan Villorio.

Recomiendo el libro no sólo porque es una excelente forma de acercarse a la literatura en general, si no porque permite flirtear con  la agudeza y rapidez del escritor. La diferencia, en este caso,  es que esa agudeza y rapidez ya no van de la mano de sus personajes, sino que de su propia vida. Descubre, además, un Bolaño directo como el arma de un matarife, tanto así que a ratos me dan ganas de descorchar un buen tinto para sentarme a conversar con él, oliendo el humo de su cigarro que parecía, como de milagro, renovarse mágicamente (según cuentan sus cercanos)

Portada del Libro. Fuente: Ediciones UDP
Portada del Libro. Fuente: Ediciones UDP

El libro incluye once entrevistas, entre ellas las de Gabriel Agosín, Sergio Paz, Héctor Soto, Mónica Maristain y otras tantas aparecidas en medios tan disímiles como Cuadernos Hispanoamericanos y revista Playboy. En resumen es un paseo por su vida como si de una salida estival se tratase. Es así como nos enteramos de los recuerdos y opiniones del escritor sobre una diversidad de temas como la literatura  latinoamericana, la mentira, las mujeres, la paternidad. Mi entrevista favorita resultó ser aquella donde habla de la memoria colectiva y cuenta, con ingenua felicidad, que al saberse ganador del premio de la Generalitat Valenciana saltaba de alegría  porque estaba pobre como una rata de campanario.

Aunque no estén familiarizados con la obra de Bolaño, este libro puede ser una delicia, porque provoca a tal punto de llamar a un amigo(a) para juntarse a arreglar el mundo.

 

 

 

 

Referencia catalográfica:

Braithwaite, Andrés Bolaño por si mismo. Entrevistas escogidas. Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2011. 139 pag.

Información adicional y detalles para posibles interesados en comprar un ejemplar: Ediciones Diego Portales

 

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Bibliofilia: el vicio de leer

¿Es usted de esos que cuando pasa por el escaparate de una librería comienza a salivar cual perro de Paulov ante el tañir de una campana? ¿Las estanterías de su casa se arquean peligrosamente por el peso de los libros colocados a doble fondo? Cuando viaja, aunque sea por un solo día, ¿mete en la maleta no menos de tres novelas? Y si le regalan un libro, ¿lo abre cuidadoso, lo huele y recorre con sus dedos el papel de modo casi pecaminoso? Le daremos un diagnóstico claro: es usted un bibliómano. Pero no se avergüence, hay otros que han sufrido y sufren esta dolencia al igual que usted y, aunque difícilmente se cura, no es grave salvo casos excepcionales como el del compositor Charles-Valentin Alkan que falleció en marzo de 1888 aplastado por su biblioteca.

Jacques Bonnet en Bibliotecas llenas de fantasmas (Anagrama) nos cuenta esta anécdota y otras muchas con el trasfondo de la pasión por los libros. En este brillante y entretenido ensayo, nos lleva a través de anaqueles rebosantes, de colecciones privadas de más de 10.000 ejemplares, de obras que acaban ocupando cocinas, dormitorios y baños, del vicio de atesorar libros y de leerlos. Porque, a juicio del autor, existen dos tipos de bibliómanos: los coleccionistas (ya sean especialistas o amontonadores) y los lectores empedernidos. A los primeros les mueve la pasión por adquirir una obra y sumarla a su colección como un trofeo más, aunque no quiere decir que no lean: por supuesto que lo hacen, pero no es su objetivo primordial. A los segundos que, en consecuencia, acaban también acumulando innumerables volúmenes, les mueve el afán de devorar palabras y la curiosidad. Pero, como en todas las clasificaciones, siempre hay excepciones. Ese sería el caso de Umberto Eco tal como se trasluce en la larga entrevista compartida con Jean-Claude Carrièrre en Nadie acabará con los libros (Lumen) que conduce el periodista Jean-Phillippe de Tonnac. El autor de El nombre de la Rosa (con libros, cómo no, en el eje de la trama) reconoce que su biblioteca, repartida en varias casas, tiene 50.000 libros además de unos 1.200 libros raros, es decir, incunables –editados desde la aparición de la imprenta, 1453, hasta el año 1500 inclusive- o ediciones antiguas que ha ido comprando a lo largo de los años y que tienen un valor incalculable. Aunque tiempo atrás se deshizo de parte de su biblioteca, la colección que Carrièrre ha ido alimentando durante sus años de guionista con Buñuel o adaptando textos como Cyrano de Bergerac o La insoportable levedad del ser, cuenta con unos 40.000 títulos, de los cuales unos 2.000 son obras antiguas. En esta amena y extensa charla, plagada de curiosidades de otros bibliomaníacos como ellos, debaten acerca del libro como objeto de culto, del deseo, de la censura, como objeto de diseño perfecto e inmejorable que puede evolucionar con el tiempo, tomar nuevas formas y componentes pero que nunca perderá su esencia, algo que lleva siglos demostrando. Ambos revelan su devoción bibliográfica y los orígenes de ella, su emoción ante la adquisición del ejemplar deseado, los miedos ante un robo o un incendio que esquilme sus bibliotecas.

También bibliómano se confiesa Jesús Marchamalo en Tocar los libros (Fórcola) un librito con prólogo de Luis Mateo Díez en el que, con el humor que caracteriza al autor, se habla de cómo las bibliotecas particulares retratan perfectamente a sus dueños, sus debilidades, sus amores y sus manías. Marchamalo se desnuda mostrando la suya (su biblioteca) y la de otros como Lampedusa, Galdós, Unamuno, Azorín, Luis Landero, George Perec, Susan Sontag, Patrick Suskind o Cortázar. Y es que tal como dice Marchamalo: “hay libros indispensables que nos obligan a poseerlos, a conservarlos para hojearlos de vez en cuando, tocarlos, apretarlos bajo el brazo. Libros de los que es imposible desprenderse porque contienen fragmentos del mapa del tesoro”. En definitiva, tres deliciosos acercamientos al mundo bibliográfico, a una pasión muchas veces irrefrenable e incontenible cuyo punto de ignición está en 451 grados Fahrenheit y que se apaga sólo tomando en las manos un libro y sumergiéndonos en el universo que nos presenta.

Fuente: Notodo.com. 17/07/2010