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El geólogo de las enciclopedias

El artista canadiense Guy Laramee se había dedicado toda su vida a construir. Escribía obras de teatro, componía música contemporánea, diseñaba instrumentos musicales y era un enamorado de pintar cuadros, rodar vídeos o montar escenografías. El proceso de elaboración de sus creaciones siempre era por añadidura. «La escultura es distinto, es algo de restar, no de sumar», sugiere. Sus obras geográficas tridimensionales están hechas a base de quitarle trozos a los libros gruesos.

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La manera en la que Laramee hace sus esculturas es un proceso de formación que pasa por la necesidad de deformar la obra que utiliza como material de trabajo, es decir, las encuadernaciones. Según afirma, su trabajo en 3D

«se origina con la idea de que el conocimiento último podría muy bien ser una erosión en lugar de una acumulación»

A él no le importa que sea una gran enciclopedia, un novela histórica o un montón de tomos apilados. Cuando interviene un libro, Laramee no está pensando precisamente en su contenido sino en las posibilidades que tiene su grueso para ser transformado, algo a lo que también denomina «aprendizaje». ¿Pueden unas páginas convertirse en la ciudad de Petra, en las Montañas Rocosas o en un valle nipón con edificación incluida?

«El proceso es largo, pero la parte más larga es alcanzar la inspiración», explica. «¿Qué libro?, ¿qué tipo de paisaje?, y sobre todo, ¿cuál será el espíritu de esa nueva pieza?».

Asegura que el hecho de quitarle trozos a los libros no es una tarea que se realice sin más, sino una cuestión de observar lo que esa pila de hojas le está pidiendo que haga.

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Pone como ejemplo el día que iba a empezar una nueva serie de paisajes de montaña, cuando una desgracia en un viaje a Ecuador le tuvo postrado en la cama, donde se dedicó a leer La Caverna, de José Saramago. «Cambió toda la agenda. Cada proyecto dicta su medio», dice. «Siempre me había preguntado por qué las personas se sienten especialmente atraídas por mis pequeñas cavernas. Ahora lo sé. Mi trabajo en ese momento tenía que ser tallar una».

Confiesa que en comparación al resto de sus habilidades «la talla es un trabajo pesado». Para cada creación tarda un tiempo que va desde los tres días a los tres meses. Insiste sin embargo en que eso «no es nada en comparación con la gran angustia de saber qué hacer a continuación». Para lograr sacar las geo-formas que saca a los libros, Laramee tiene que utilizar herramientas que van desde cepillos y tenazas a cuchillas de motosierra adaptadas para cada ocasión. «No es fácil adaptar todo eso», asegura.

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Guy Laramee, imagen 3

Aunque para nada ha abandonado las otras artes a las que se dedica, como la de escribir libros, dice que le gusta pasar largos ratos con este estilo de talla. Encontrar en un libro «el enfoque que quiere transmitirnos», según expresa el autor, nunca había sido una tarea intelectual tan físicamente trabajada.

 

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Guy Laramee, imagen 4

Artículo publicado originalmente en De Libros, Artes y Ciencias

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El hiperrealismo de un libro abierto

En la antigua China aparecieron los rollos de papel y tejidos, también objetos artísticos que, además de cumplir una misión comunicativa, al mismo tiempo exploraban el objeto único. Más adelante, en el Medioevo, irrumpieron en el escenario de la cultura los grandes libros o libros de gran formato denominados códices.

Edward Rusha
Edward Rusha

No soy un gran lector, pero amo los libros, lo que son como objeto físico» señala con convicción Edward Ruscha, destacado artista norteamericano cuya obra abarca la pintura, la fotografía y el grabado, siendo uno de los precursores del movimiento “Pop Art”.

De sus muchas obras, expuestas en las galerías más respetadas, destacan sus pinturas hiperrealistas de viejos volúmenes desgastados, como también reproducciones de libros abiertos de grandes dimensiones que despliegan hojas en blanco en las que se observa el deterioro producido por gusanos o agua.

Ruscha ha producido un importante número de libros, en ediciones de lujo limitadas, conteniendo su aguda mirada a temas de la vida cotidiana, objetos y lugares, contando con la colaboración de otros artistas y de editoriales privadas, innovando en el género de los “libros de arte”, normalmente para elites, consiguiendo algo barato, accesible y fácil de producir, al tiempo que se convertían en íconos del arte conceptual.

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Every Building on the Sunset Strip

Every Building on the Sunset Strip” editado por Ruscha en 1966 es un mítico libro para cuya realización montó una cámara en la parte trasera de un camión y recorrió la célebre Sunset Strip, de Los Ángeles (USA) fotografiando cada uno de los edificios. El libro, un gran desplegable impreso en blanco y negro a una sola cara, recogiendo las imágenes en dos estrechas bandas en la cabeza y el pie de la página y, como si se tratara de una tira de negativos, recoge las imágenes montadas unas junto a otras.

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Book Lovers

Monumentos para celebrar al Libro

Esta semana celebramos el Día internacional del Libro y del Derecho de Autor . Y ¿qué mejor para celebrarlo que conocer algunos de los monumentos más importantes que se han erguido en torno a él?. He aquí los más destacados alrededor del mundo:

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El monumento tiene inscrito, en el lomo de cada libro, el nombre de un escritor, filósofo o pensador alemán.

 

Berlín, Alemania: monumento que honra la literatura alemana, representando una pila de libros con los principales pensadores y escritores. Este monumento se irguió para la promoción cultural de Alemania, aprovechando la celebración el Campeonato Mundial de Fútbol, el año 2006. Para ello, el Gobierno alemán realizó la campaña Land der Ideen (Tierra de ideas) cuya finalidad era mostrar cómo los poetas, investigadores, pensadores, inventores, artistas y compositores germanos habían ayudado a hacer de éste un mundo mejor.

El monumento se encuentra ubicado en la plaza de Bebelplatz, conocida por ser el lugar en el que se llevo a cabo la quema de libros el 10 de mayo de 1933 por los miembros de la S.A. y las Juventudes Hitlerianas.

 

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La escultura se titula «Monumento al Libro»

Barcelona, España: del escultor Joan Brossa, esta escultura ubicada en la Gran Vía con Paseo de Gracia, fue inaugurada en 1994 para homenajear al libro. Fue construida por iniciativa del Gremio de Libreros, que cada año, ubican quioscos de libros antiguos sobre el Paseo de Gracia. Esta hecha con planchas de acero inoxidable sobre una base de granito gris.

Dependiendo del ángulo, la escultura nos muestra el libro cerrado o abierto. Una interesante perspectiva para los turistas, quienes suelen fotografiarse frente a este libro gigante.

 

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Ohio, Estados Unidos: este monumento al libro fue creado en memoria a Amelia Valerio Weinberg , y está ubicada en la la plaza Vine Street. Fue concebida y ejecutada por el escultor  Michael Frasca como una fuente ornamental que honra al libro frente a la biblioteca pública de la ciudad. La obra fue posible gracias a la donación de Amelia Valeiro, en 1990. «La fuente del libro» -como se le conoce afectuosamente-  posee una cascada de agua que nace en uno de los libros, y representa la fuente de información e ideas que conlleva  la palabra impresa.

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«El Centinela» es un monumento que tiene significado histórico por el título de los libros.

Ohio, Estados Unidos: Esta estatua  se llama «El Centinela», y representa a un joven, sentado sobre una pira de libros. Cada libro representa un año, partiendo desde aquel en que se inauguró la Biblioteca. Además, en el lomo de cada libro se puede leer su título, lo cual ha sido cuidadosamente recabado. Lo curioso de la escultura es que el artista dejó sin titular el libro principal: aquel que sostiene el joven. Esto, con el fin de dejar a los observadores el privilegio de titular la obra con el nombre que les sea más significativo.

«El Centinela» se encuentra ubicado en la entrada de Biblioteca Pública de Ohio, y fue esculpida por el artista Alan Cottrill.

 

 

 

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Ostafyevo, Unión Soviética: esta obra, esculpida en 1911 por  S.D. Sheremetevym se encuentra en el Museo Nacional de Ostafyevo, en Moscú. El monumento honra el trabajo del historiador Nikolai M. Karamzin, quien escribió la historia del Estado de Rusia en 12 volúmenes, tarea que le tomó la misma cantidad de años.

 

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Reseñas Literarias

La Bibliotecaria de Basora. Una historia real de Iraq

Portada del Libro
Portada del Libro

Esta es una historia real acerca de la lucha de la bibliotecaria por salvar el valioso fondo de la biblioteca y que nos recuerda a todos que, en el mundo entero, el amor por la literatura y el respeto por el conocimiento no conocen fronteras.

Alia Muhammad Baker era la bibliotecaria de la Librería de Basora, que es la segunda ciudad más grande de Irak y el puerto más importante. Cuando en 2003 comienza la invasión por parte de Estados Unidos, ella se preocupa por los libros de su biblioteca. Pide a las autoridades permiso para trasladar los libros a otro lugar donde estén más seguros, pero se lo niegan. No sólo eso, mueven las oficinas de gobierno a la biblioteca.

Es entonces cuando Alia decide salvar esos libros, y comienza a hacerlo sola. Por las noches, cuando su trabajo terminaba, llenaba su cajuela de libros y se los llevaba a su casa. Pero llegó un momento en que no cabían más, y vió que necesitaría ayuda para sacar los más que pudiera. Convenció a vecinos de que le ayudaran a sacar libros, y guardarlos. Dice que había gente que no sabían leer ni escribir, pero estaban deseosos de ayudar poque sabían del tesoro que podía perderse.

Alia logró salvar 30, 000 libros (un 70% del catálogo), antes de que la biblioteca fuera quemada.

Shaila K. Dewan, reportera del New York Times fue la primera en revelar estos hechos al mundo, después de haber oído la historia de Alia y su biblioteca durante una visita al restaurante de Anis Mamad, el Hamdan, que se encuentra cerca de la biblioteca y tiene fama de ser uno de los mejores de Basora. El intérprete de Shaila le dijo que Anis tenía una historia increible que contarle sobre la guerra, así que Shaila le pidió una cita.

Poco después de que la biblioteca fue destruida, Alia sufrió una apoplejía y tuvieron que operarla del corazón. Pero ahora se está recuperando, y, a pesar de todo, está decidida a ver la reconstrucción de la biblioteca.

 

La Historia se transforma en un Libro:

Autora del Libro
Jeanette Winter, autora del Libro

Jeanette Winter, una norteamericana muy entusiasta, leyó el reportaje del diario New York Times, y llevó esta historia verídica a un cuento  editado en español por Editorial Juventud. Este cuento habla  de la guerra, de los libros, de la solidaridad, de la amistad, del coraje, de la valentía, de la lucha de una mujer, en definitiva, de la colaboración con los demás y el respeto por la cultura. La escritora de este cuento ha escrito e ilustrado cerca de 50 libros para niños, entre los que se incluye Wangari y los árboles de la paz. Sus ilustraciones, caracterizadas por el empleo de colores simples y perspectivas enclavadas en el folklore tradicional, le han hecho merecedora de numerosos premios. En la actualidad, esta autora e ilustradora reside en Nueva York.

 

 

 

Si quieren conocer los detalles de este libro, les invitamos a ver este video:

Galería de imágenes con detalles de las ilustraciones del libro «La Bibliotecaria de Basora»

 

 

 

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Literatura, comida y placer

Afiche de la  película
Afiche de la película, estrenada en 1987

Hace unos años vi la película «El Festín de Babette», la cual pronto descubriría que estaba basada en un cuento homónimo de la escritora dinamarquesa  Isak Dinesen (pseudónimo de Karen Blixen). La película en cuestión me dejó muy impresionada, por el gran despliegue de platos y apetitosos manjares. Y no sólo eso: la preparación de los mismos implicaba incluso traer animales exóticos para sacrificarlos en honor a los invitados de Babette. Poco después leí el cuento (muy breve y distinto, en comparación con la película). Si alguno(a) de ustedes se tienta, puede leer «El Festín de Babette».

Lo más curioso de la historia culinaria de esta fiesta que da Babette, es que ella prácticamente no prueba bocado. Cocina, planea los platos, sirve diligentemente, y apenas come. La relación entre los personajes literarios y la comida da para plantearse cosas tan simples como el motivo oculto que tendría Babette para desplegar tanta energía con la comida y no animarse a comer, hasta la desesperación que hay entre el hambriento personaje de «El vaso de leche» en el cuento del Manuel Rojas.

Hace pocos días leí un artículo titulado «Los platos más famosos de la literatura». El artículo -que transcribo completo en este post, referenciando a su autora y fuente- me hicieron recordar el cuento de Isak Dinesen. No hay nada tan básico y natural para el ser humano y para los personajes literarios como la comida. Y aunque pareciera ser que los personajes no necesitan alimentarse, los escritores no están tan de acuerdo porque van delineando su carácter no sólo en sus diálogos y actos: también con aquello que comen.

 

Los Platos más famosos de la Literatura

 

«Desde un banquete de El Gran Gatsby hasta la miseria y hambre que pasaba el pobre Oliver Twist. Las comidas de cincuenta novelas de todos los tiempos son recreadas con mucho cuidado en un libro recién publicado.

Dinah Fried, autora del libro
Dinah Fried, diseñadora, creadora de la idea y autora del libro «Platos Ficticios»

“Tengo un gran apetito por los buenos libros y por la buena comida”, dice Dinah Fried. La diseñadora, que vive en Nueva York, encontró una forma muy creativa de combinar esas aficiones. “Usualmente me acuerdo de lo que comen los personajes en los libros”. A partir de eso se le ocurrió recrear esos platos tal como se los imaginaba mientras leía. Cocinó, diseñó y fotografió cinco y cuando les mostró el resultado a sus amigos y puso las imágenes en internet causó tanto entusiasmo que no pudo parar. “Rápidamente me vi bombardeada con solicitudes y sugerencias de familiares, amigos e incluso desconocidos”. El resultado es Fictitius Dishes o Platos Ficticios, libro en el que muestra su visión de 50 comidas de novelas y que desde que fue publicado hace pocos días no ha parado de circular en los medios.»

Fuente:  Artículo publicado originalmente por Fabiola Torres, en La Tercera, sección tendencias.

 

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De puntadas y papel: el asombroso mundo de la encuadernación


«El Libro es una criatura frágil, se desgasta con el tiempo, teme a los roedores, resiste mal la intemperie y sufre cuando cae en manos inexpertas«
. Umberto Eco, en un pasaje de su novela «El nombre de la Rosa», 1980.

«Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá?, y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán?. Y al fin, libros y personas se encuentran«. André Gide, escritor francés Nobel de Literatura en 1947


Todo un Arte

El trabajo en los lomos de los libros es una de los tantos detalles que puede tener el trabajo fino de encuadernación
El trabajo en los lomos de los libros es una de los tantos detalles que puede tener el trabajo fino de encuadernación

Actualmente, cuando la discusión entre el libro digital y el impreso sigue vigente, surgen  otros temas relacionados con el libro: la encuadernación es uno de ellos. Aunque ya casi nadie habla del arte de la encuadernación, del detalle y minuciosidad que hay tras las tapas de un libro cuidadosamente trabajado a mano, cosido, e incluso taladrado para lograr un objeto que bien merece estar en alguna sala de museo como objeto de arte. No me confundan, por favor, con una nostálgica. He expresado mi opinión anteriormente respecto al libro digital v/s impreso, y no es un afán romántico el que me anima a escribir este post. Más bien me inclino por compartir con ustedes un tema interesantísimo del que muy poco sabemos.

Cuando empecé a documentarme para escribir este post, pensé que no sería tarea compleja. «Siendo bibliotecaria -pensé- puedo recordar algunas clases de primer año cuando este tema era parte de las pruebas». Sin embargo me encontré con una enorme variedad de aspectos relacionados con la encuadernación que no conocía, y que me asombraron gratamente: desde la Historia del Libro y  las bibliotecas, los incunables, la caligrafía, la tipografía, los materiales y herramientas de encuadernación, el oficio del encuadernador y del «dorador» -algo completamente nuevo para mí-  pasando por  el libro-arte encuadernado y los museos que les rinden culto. Naturalmente la historia de la encuadernación es otro aspecto que merece atención, lo cual nos lleva inevitablemente a las artes decorativas y ornamentales del libro. La lista es vasta y recorre miles de años…una delicia para una «ñoña» como yo. Ante tal variedad de materias, opté por partir desde los inicios y dejarme llevar. Después de todo, este no será el primer post respecto al tema.

La encuadernación es un arte noble. Quien haya tenido en sus manos un precioso ejemplar bien encuadernado estará de acuerdo conmigo. No es sólo el trabajo en torno a las tapas, el lomo o el canto del libro. Es la delicadeza del tipo de papel, el trabajo de cosido en el lomo, la decoración que embellece, las ilustraciones o dibujos de la contratapa. Es un conjunto exquisito y armónico que deleita no sólo al lector, sino que a coleccionistas, bibliófilos , book lovers y amantes del buen diseño.

Tablilla de madera que lleva marcas inscritas y que ha sido datada por carbono 14 en el 5260 a.C
Tablilla de madera que lleva marcas inscritas y que ha sido datada por carbono 14 en el 5260 a.C

La historia empieza más o menos así:

Para hablar de un tema tan preciado como este, es preciso aclarar que, antiguamente, los documentos escritos o grabados eran tan apreciados y raros en la antigüedad, que pronto se pensó en buscar el medio para protegerlos. Las tablillas cocidas de Babilonia, por ejemplo, estaban numerados en el orden en que debían ser leídos y se almacenaban en estanterías cuidadosamente catalogadas, pues cada una llevaba el título de la obra de la que formaba parte. A partir del momento, en que fue posible escribir sobre algo susceptible de enrollarse (como la seda, el papiro o el pergamino) el problema de verificar el orden de los documentos y de cómo podían ser protegidos se resolvió más fácilmente. Los rollos preciosos eran guardados en cofrecillos de madera de esencia rara, a menudo maderas olorosa, o bien en cofres de metal cuidadosamente ornamentados.

En otras latitudes, los textos griegos o romanos se unían a menudo con un cordoncillo que se pasaba por una de las esquinas o se cosían sobre el lado izquierdo. Habitualmente se escribía sobre tablillas de madera o marfil recubiertas de cera. Estas tablillas estaban a veces unidas mediante bisagras o por un grueso hilo para formar dípticos y trípticos. En las civilizaciones del sudeste asiático o amerindias los «libros» estaban a menudo hechos con hojas de palmera o bambú. Estas hojas estaban cortadas en rectángulo y todas ellas eran agujereadas en el mismo lugar para permitir el paso de la cuerdecilla que las unía. Se lograba una buena protección a través de dos planchas de madera o de corteza de árbol que tenían las mismas dimensiones que las hojas, y estaban atadas con ellas.

Y el Libro: ¿cuándo?

El Codex Alexandrinus, que se puede traducir como El Libro de Alejandría, data del siglo V y es la Biblia más completa que se conserva desde los primeros tiempos cristianos.
El Codex Alexandrinus, que se puede traducir como El Libro de Alejandría, data del siglo V y es la Biblia más completa que se conserva desde los primeros tiempos cristianos.

Según la leyenda — y las leyendas a menudo están en lo cierto — cuando Cleopatra invitó a César a visitar los talleres de la Biblioteca de Alejandría, le mostró los primeros pasos de una nueva fórmula de presentación de los documentos. En lugar del habitual rollo o volumen, a los egipcios se les había ocurrido la idea de doblar las hojas de papiro en dos partes, cortar varias de estas hojas del mismo modo para que tuviesen idénticas dimensiones y unirlas entre sí, cosiéndolas de modo que formaran una especie de «ladrillo cuadrangular» fácil de consultar. Este «ladrillo» se llamó códice o codex, y es el antecedente del libro. El codex fue muy popular, y pronto se extendió desde Egipto a todo el mundo mediterráneo. De esta forma, el paso del papiro al pergamino fue inevitable. A partir del siglo I D. C., encontramos en Roma la existencia de libros  de hojas de pergamino llamados “Menbranae”.

Fue en los monasterios coptos (que datan del siglo I, en Egipto) donde el arte del libro empezó verdaderamente su apogeo, y donde la técnica de  la encuadernación fue inventada (hoy en día, la técnica de encuadernación que recuerda la de estos monjes se llama «costura copta«). A veces se trata de un sólo y grueso cuadernillo recubierto de piel, otras de varios cuadernillos cosidos con una aguja o dos agujas que trabajan separadamente para formar una cadeneta muy sólida. Los lomos son lisos, pues los hilos de costura pasan simplemente por el fondo de los cuadernillos sin hilo ni nervio de apoyo. Las pieles están especialmente curtidas para este arte y teñidas con tintes vegetales. Los papeles para guardas generalmente están pintados a mano. Las tapas son de madera o hechas de papiro pegado con cola. Se sabe que se han hecho desde el siglo IV al XI, y constituyen la familia más antigua conocida de encuadernaciones de cuero, representando la fuente última de todas las encuadernaciones de cuero decoradas.

La evolución de la encuadernación

Detalle de un cosido medieval
Detalle de un cosido medieval

Desde esa época ha venido evolucionando la encuadernación en el mundo, en manos de monjes, maestros y aprendices por generaciones; con distintos estilos decorativos pero siempre conservando la excelencia en la construcción del libro. En la Edad Moderna las encuadernaciones pesadas y las de lujo  ya no se realizaban. Una de las razones de ello fue la difusión del papel y la invención de la imprenta. Debido a ambos factores, también aumentó la producción de libros que se vendían con encuadernaciones sencillas. Incluso algunos se vendían por pliegos sueltos, para ser encuadernados por las mismas personas, a su gusto.

A lo largo de la Historia del Libro, la encuadernación ha ido sufriendo muchos cambios producto de los avances y cambios en los materiales y técnicas de trabajo. En general, este proceso estuvo sometido a la misma evolución que el resto de manifestaciones artísticas. En el Renacimiento, por ejemplo, se usaron planchas de hierro para ornamentar las cubiertas usando una sola pieza. Al contrario de lo que pasa durante el Barroco, cuando tuvieron plena vigencia los ornamentos por doquier: se usaban hierros que imitaban diversas formas y ornamentos. La encuadernación es recargadísima, con hierros pequeños que se prestan a todo tipo de composiciones. Y así van surgiendo diversos estilos, que tienden a simplificar el decorado a medida que pasa el tiempo. En el periodo neoclásico, por ejemplo, las encuadernaciones se enriquecen y simplifican al mismo tiempo: las tapas se decoran con orlas, los florones y rocallas se sustituyen por motivos clásicos grecorromanos, y la estructura de la decoración se concentra en los lomos, que se ornamentan con hierros sueltos.

Posteriormente, el estilo modernista se crean las encuadernaciones interpretativas, donde aparecen representados motivos alusivos al contenido del texto. Finalmente, el trabajo se hace más sencillo y  la decoración termina por circunscribirse al lomo. En éste estilo destacan los anagramas estilizados y los dibujos neogóticos.

La encuadernación estuvo sometida a la misma evolución que el resto de las manifestaciones artísticas. En Europa se sucedieron las cubiertas góticas, mudéjares, renacentistas, barrocas, neoclásicas, románticas, etc. A menudo, dichos estilos convivían durante un tiempo, aunque en realidad cada taller de imprenta y/o encuadernador imprimía a sus trabajos un distintivo propio. De este modo, se pone de manifiesto que la encuadernación puede ser mucho más que un simple elemento protector de los libros, convirtiéndose en auténticas obras de arte.

 

Un encuadernador de tomo y lomo

Un encuadernador en acción
Encuadernador en acción

El quehacer de un encuadernador es un oficio noble, porque trabaja en forma artesanal confiriéndole particularidades especiales y únicas a cada obra. Un libro encuadernado es un trabajo costoso, porque la labor es completamente manual, no hay procesos industrializados. Además, se usan materiales como pieles, cueros, hilos e incluso -cuando el libro es muy fino- oro para el canto de las hojas y joyas para adornar la tapa.

Juan Zafrilla -de quien encontré una simpática entrevista en un medio español- es un destacado encuadernador español con más de 40 años en el oficio, quien  señala: « la encuadernación no puede hacerse sin ton ni son, ya que los libros encuadernados son piezas únicas, por lo que hay que hacer una creación que vaya con el texto, por lo que primero, hay que conocer el texto para adecuar la encuadernación». Y luego añade: «lo más importante son las manos, la piel y a encuadernar, a meterle mano a los dibujos, dorar, y pulso fino, que aún tengo, hace falta también tener un poco de gusto, es como todo, empiezas y vas adquiriendo el oficio y con los años vas tomando cierta veteranía, incluso, he concursado en varios certámenes y he sido premiado, tengo mis diplomas».

Carlos Rey, otro afamado encuadernador español, entrega en su blog toda su experiencia y motivación en este oficio. Emocionado, señala «Vas deshilvanando el secreto de las grandes obras, lees todo lo que cae en tus manos sobre el libro: la encuadernación, restauración, el papel, la imprenta, llegando a tener y disfrutar de una buena biblioteca». Y si de encuadernadores reconocidos se trata, es imposible no nombrar a Emilio Brugalla, famoso «dorador» (especialista en decorar con oro el canto de los libros) a mano, orfebre y bibliófilo. Gracias a su trabajo con la editorial Subirana, se especializó en encuadernar libros religiosos llegando a crear toda una sección de libros artísticos. Finalmente, en 1931 crea su propio taller, a la vez que empieza su afán divulgativo que lo llevará a dar numerosas conferencias a lo largo del planeta y a escribir varios libros sobre el arte de la encuadernación.

Brugalla concibe sus encuadernaciones como obras de arte, cuidando todos sus detalles, esmerándose para que el paso de los años no degrade la calidad de la piel, que el peso del libro no lo desencaje por el lomo, que la obertura del libro sea suave, dulce y sin estorbos… En definitiva, encuadernaciones insólitas que estamos seguros le harán cambiar de opinión si piensa que el valor de un libro reside sólo en su interior.

 

Rústica, acaballada, de lujo….¿qué tipo de encuadernación prefieres?

Costura "diente de perro"
Costura «diente de perro»

Es así como nacen diversos tipos de encuadernaciones:  manual, rústica, cartoné, térmica, en piel, en espiral, alzada, acaballada, con taladro, etc. Sin olvidar la encuadernación heráldica, que poseen como elemento decorativo central o predominante un escudo de armas, emblemas u otros motivos armoriales que identifican al autor, al propietario o al mecenas del libro.

Las técnicas también son disímiles, así como los materiales. Éstos conforman otro mundo vasto y encantador: cueros, terciopelos, sellos, joyas. Entre los instrumentos está el telar, cuerdas, hilos de lino, agujas de guarnicionero, plegaderas, martillo, reglas, punzones, hebillas. Estos materiales dependen del tipo de encuadernación que se realice.

«En la variedad está el gusto», parece ser la tónica a la hora de hablar de las distintas variantes de la encuadernación. Sin embargo, lo que siempre  prevalece es el afán de proteger el conocimiento y el saber escrito por el hombre.

 

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La lectura en el metro de Nueva York

Ourit Ben-Haïm, artista marroquí a cargo del proyecto
Ourit Ben-Haïm, artista marroquí a cargo del proyecto

Seguramente a usted -tal como a mí- le ha llamado la atención ver gente leyendo en el transporte público: el metro, los buses, las «micros» e incluso en los paraderos mientras esperan su bus de turno.

Es atractivo ver a alguien sumerjido en las páginas de un libro. ¿Qué trama le tiene tan absorto? ¿Será bueno el libro? ¿Por qué lo está leyendo?. Quizás esas preguntas se multiplican cuando la persona en cuestión va frente a nosotros en un carro del metro, y no tenemos más entretención que mirar en derredor. Es ahí cuando nuestros ojos tratan de captar desesperadamente, al menos, el título del libro. Como ven, somos varios los que hemos caído en la tentación de observar lectores. Pero hay algunos que han ido más allá en sus ganas de curiosear.

Ese es el caso que les presento ahora:  Ourit Ben-Haïm,  una marroquí avecindada en Nueva York, quién de tanto atisbar en las lecturas de otros, se tomó tan en serio su curiosidad, que armó un proyecto a partir de ello. La idea no es nueva, ya que en otros países la han desarrollado de diversas formas. Por ejemplo en España, funciona «Zaragoza Lee» liderada por un entusiasta quién, además de sacar algunas fotos, registra una ficha del libro, con reseña e incluso lugares donde se puede adquirir la obra en cuestión.  » En Buenos Aires la campaña «La gente, en el metro, lee» (organizada por una editorial) insta a los viajeros del metro a leer en el «subte».  Respecto a Chile, no hay mucha información de lecturas en el metro de Santiago. Aunque la revista Terminal tiene una sección completa para el tema, llamada «lecturas en tránsito» donde muestra las aficiones literarias de los capitalinos en el metro o en el Transantiago (serivicio público de buses). Personalmente me ha tocado ver a muchos lectores -de libro impreso y digital- viajeros en Santiago. Cuando puedo, los fotografío y dejo el registro en la cuenta instagran de Leamos Más.  Pero sin duda lo que les presento a continuación va más allá de lo que se ve comúnmente, ya que su creadora no está patrocinada por ninguna campaña institucional, y realiza un trabajo diario en los vericuetos del metro de Nueva York. Conozca su historia:

 


The Underground New York Public Library (traducido como «El subterráneo de la Biblioteca de Nueva York») retrata qué leen los usuarios del metro neoyorquino, y con ello, cómo son los usos y costumbres del lector de la ciudad que nunca duerme. A la calidad técnica de las imágenes se une un especial buen gusto tanto en elaboración del propio concepto del proyecto como en el diseño del sitio web. que reúne fotos de gente anónima que lee en los andenes o el interior de los vagones del metro neoyorkino.

Así luce el sitio web
Así luce el sitio web

The Underground New York Public Library partió el año 2008, y desde entonces publica cada día una nueva fotografía, en la que no solo vemos al lector en el metro, sino que se nos muestran qué título está leyendo (por si no lo conseguimos apreciar bien en la foto). Pero, además, UNYPL tiene una serie de eventos semanales, que vendrían a ser los “horarios” de la biblioteca: los martes, un libro en lengua no inglesa (del que se averigua el título traducido gracias a la comunidad de internautas de UNYPL); los viernes se cuelga una foto de la que Ben-Haïm no sabe el título del libro, haciendo una llamada a la colaboración de los lectores para averiguarlo, algo que casi siempre se logra; los sábados cierra y, los domingos, el lector fotografiado tiene siempre una Biblia en sus manos. El proyecto tiene, además, espacio en las redes sociales  (TumblrFacebookTwitter, Google+) para fomentar la difusión.

La gracia del trabajo de esta artista, es que sus fotografías son de muy buena calidad y tomadas con tal maestría (ya sea por el tipo de lector, por el entorno que le rodea en el vagón, por la expresión que tiene, etc.), que dan ganas de saber más detalles de esa persona, como por ejemplo ¿por qué le gusta leer? y ¿qué le motivo a escoger ese libro?. Creo que es de ese tipo de cuestionamientos de los que se vale esta artista para fotografiarlos en ese instante íntimo, en el que sólo cuenta el lector y su historia.

En el sitio tiene una sección de preguntas frecuentes, donde se cuentan una serie de detalles respecto al proyecto, como por ejemplo el hecho de tomar fotos sin el consentimiento de las personas, el tipo de equipo que Ourit Ben-Haïm usa, y unos cuantos detalles más. Hay, además, una breve sección de poesía y algunas cuentas tumbler  de fotógrafos y escritores a quienes Ben-Haïm sigue y recomienda. Por si alguien tiene dudas respecto a la verosimilitud de las fotografías, su autora explica en la web que algunas de ellas se toman sin que el lector lo perciba; otras no, pero en ningún caso se trata de simulaciones.

Sin duda la lectura en un metro tan famoso como el de Nueva York atrae el interés de muchos. Tanto así, que el New York Times le dedicó un reportaje completo titulado What Are You Reading on the Subway? The Results. (Qué estás leyendo en el metro? Los resultados») donde entrevistaron a más de 8.000 mil lectores. El resultado se puede ver en este artículo «Lecturas de Metro» , que el blog de Lecturalia publicó el año 2009.

 

El placer de observar a un lector

Los lectores pueden ser captados en los andenes, en el metro o en la entrada de éste
Los lectores pueden ser captados en los andenes, en el metro o en la entrada de éste

Porque nos gusta ver leer no solo a personas bellas, sino a toda clase de gente: mujeres y hombres, jóvenes y viejos, gordos y flacos, blancos y negros. Puede que Marilyn Monroe o Paul Newman sean sexies leyendo el Ulises o el New York Times, pero no necesitan de la lectura para serlo.

Lo que nos gusta de una persona que lee es verla sumida en un mundo extraño, que no tiene nada que ver con el entorno que la rodea, mundo del que apenas podemos obtener mínimos indicios a través de su cara, sus expresiones, sus microgestos. Es decir, la cara de un lector es una suerte de ventana al mundo creado por el libro. Mejor dicho: el mundo creado por la conexión entre el libro y él.

 

 

Fuente: Estandarte. Pasión por leer, pasión por escribir. Publicado en Agosto 2012.

 


¿Y a ustedes?  ¿Qué les llama la atención cuando ven a un lector en el metro o en el bus?.

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Columnas y artículos

Elogio y defensa del “viejo” libro

En neorólogo Oliver Sacks
En neorólogo Oliver Sacks

¿Qué hace un lector devoto cuando su vista, edad mediante, ya no es la misma? El neurólogo Oliver Sacks  (1) analiza su propio caso y la renuencia a los soportes tecnológicos. Además, la escritora Florencia Abbate cuenta por qué prefiere el libro en formato clásico.

Acabo de publicar un libro, pero no lo puedo leer porque, como millones de otras personas, tengo problemas en la vista. Tengo que usar una lupa, y eso resulta lento y engorroso porque el campo es muy limitado y no se puede abarcar una línea completa, mucho menos un párrafo, de una sola mirada. Lo que necesito es una edición en letra grande, que pueda leer (en la cama o en el baño, donde hago la mayor parte de la lectura) como cualquier otro libro. Algunos de mis libros anteriores existían en ediciones de letra grande, algo invalorable cuando me pedían que hiciera una lectura en público. Ahora me dicen que la versión impresa no es “necesaria”, que tenemos e-books, que nos permiten aumentar a nuestro antojo el tamaño de la letra.
Pero no quiero un Kindle, un Nook ni un iPad, cualquiera de los cuales podría caerse en el baño o romperse, y que tienen controles para los cuales necesitaría una lupa. Quiero un libro de verdad, de papel impreso, que tenga peso, que huela a libro, como los libros de los últimos 550 años, un libro que pueda guardarme en el bolsillo o poner con los demás en la biblioteca, donde pueda divisarlo en momentos inesperados.

Cuando era chico, alguno de mis familiares mayores, así como un primo que tenía problemas de vista, usaban una lupa para leer. La aparición de los libros de letra grande en la década de 1960 fue para ellos un regalo del cielo, como para todos los lectores que veían mal. Florecieron las editoriales especializadas en ediciones en letra grande para bibliotecas, escuelas y lectores, y siempre se las podía encontrar en librerías o bibliotecas.

En enero de 2006, cuando mi vista empezó a declinar, me pregunté qué podría hacer. Había audiolibros –yo mismo he grabado algunos–, pero era un lector por antonomasia, no un oyente. Soy un lector empedernido desde que tengo memoria, y con frecuencia recuerdo de forma casi automática números de página o el aspecto de párrafos y páginas. Quiero libros que me pertenezcan, libros cuya paginación íntima se me haga familiar y querida. Mi cerebro necesita lectura, y la respuesta reside, para mí y con toda claridad, en los libros de letra grande.

Pero ahora cuesta mucho encontrar en las librerías libros de calidad impresos con letra grande. Lo descubrí cuando hace poco fui a Strand, una librería famosa por sus miles de estanterías que visito desde hace cincuenta años. Sí, tenían una (pequeña) sección de letra grande, pero consistía sobre todo en novelas baratas y manuales. No había recopilaciones de poesía, teatro ni biografías. Tampoco ciencia. No estaba Dickens, ni Jane Austen, ninguno de los clásicos, nada de Bellow, Roth ni Sontag. Salí frustrado, y también furioso: ¿las editoriales pensaban que los discapacitados visuales eran también discapacitados intelectuales?

Memoria y experiencia

brain-269x200Leer es una tarea de gran complejidad, en la que intervienen muchas partes del cerebro, pero no es una habilidad que los seres humanos hayan ido adquiriendo en el transcurso de la evolución (a diferencia del discurso, que tiene raíces mucho más profundas).La lectura es un avance relativamente reciente, cuyos comienzos se remontan tal vez cinco mil años en el tiempo y que depende de una pequeña zona de la corteza visual del cerebro. Lo que ahora llamamos el área visual de formación de palabras (VWFA por la sigla en inglés) es parte de una zona cortical que evolucionó hasta reconocer formas básicas en la naturaleza, pero que puede reutilizarse para el reconocimiento de letras o palabras. Ese reconocimiento elemental de formas o letras es sólo el primer paso. A partir de esa área visual de formación de palabras deben hacerse conexiones de doble vía a muchas otras partes del cerebro, entre ellas las responsables de la gramática, los recuerdos, asociaciones y sentimientos, de modo tal que letras y palabras adquieran sus significados específicos. Cada uno de nosotros forma vías nerviosas únicas relacionadas con la lectura, y cada uno lleva al acto de leer una combinación única, no sólo de memoria y experiencia, sino también de modalidades sensoriales. Algunos pueden “escuchar” los sonidos de las palabras a medida que leen (a mí me pasa, pero sólo cuando leo por placer, no cuando leo con fines de información); otros pueden visualizarlas, de forma consciente o no. Algunos pueden tener una aguda conciencia de los ritmos acústicos o los énfasis de una frase; otros son más conscientes de su aspecto o su forma.

En mi libro El ojo de la mente , describo a dos pacientes, ambos escritores, que pierden la capacidad de leer como consecuencia de una lesión cerebral en la VWFA, que está cerca de la parte posterior del hemisferio izquierdo del cerebro (quienes padecen ese tipo de alexia pueden escribir, pero no leer lo que escriben). A pesar de ser editor y un amante del texto impreso, uno de ellos se volcó de inmediato a los audiolibros para “leer”, y empezó a dictar sus propios libros en lugar de escribirlos. La transición le resultó fácil; de hecho, pareció algo natural. El otro, un escritor de novelas policiales, estaba demasiado habituado a la lectura y la escritura como para abandonarlas. Siguió escribiendo (en lugar de dictar) y descubrió, o ideó, una extraordinaria nueva forma de “lectura”: su lengua empezó a copiar las palabras que tenía delante, trazándolas en la parte posterior de los dientes. Leía, en efecto, mediante el recurso de escribir con la lengua empleando las zonas táctil y motriz de la corteza. También pareció ocurrir de manera natural. Al recurrir a sus fortalezas y experiencias individuales, el cerebro de cada uno encontró la solución adecuada, la adaptación a la pérdida.

 

Nuevas formas de leer

Para alguien que nace ciego, sin imágenes en absoluto, la lectura es una experiencia esencialmente táctil, a través del relieve de la impresión en Braille. Los libros en Braille, al igual que los libros con letra grande, son cada vez menos en la actualidad, a medida que la gente recurre a los audiolibros, más baratos y abundantes, o a los programas de voz digital. Pero hay una diferencia fundamental entre leer y que nos lean. Cuando es uno el que lee, ya sea por medio de los ojos o de un dedo, es libre de avanzar o retroceder, de releer, de reflexionar o fantasear en medio de una frase: uno lee según su propio tiempo. Que nos lean, o escuchar un audiolibro, son experiencias más pasivas, sujetas a los caprichos de otra voz y que se desarrollan en el tiempo del narrador.

Si avanzada la vida nos vemos obligados a aprender nuevas formas de leer –de adaptarnos a una menor visión, por ejemplo–, cada uno debe hacerlo a su manera. Algunos podremos pasar de leer a escuchar; otros seguirán leyendo mientras les sea posible. Algunos podrán agrandar la letra en sus lectores de libros electrónicos; otros lo harán en sus computadoras. Nunca he adoptado ninguna de esas tecnologías. Por ahora, por lo menos, me atengo a la anticuada lupa (tengo una docena, de diferentes formas y potencia).

La escritura tendría que ser accesible en la mayor cantidad posible de formatos: George Bernard Shaw decía que los libros eran la memoria de la humanidad. No debería permitirse que desapareciera ningún tipo de libro, ya que todos somos individuos y tenemos necesidades y preferencias muy específicas, preferencias que llevamos grabadas en todos los planos del cerebro, en redes y configuraciones nerviosas individuales que crean una relación profundamente personal entre autor y lector.


Este artículo fue publicado originalmente en The New Yorker (2013),  y traducido por Joaquin Ibarburu, quien lo publicó el 7 de enero 2013 en la revista Eñe, del diario argentino Clarín.


(1) Oliver Sacks es un escritor y neurólogo inglés. Profesor de neurologia clinica en la Escuela de Medicina Albert Einstein y profesor adjunto de neurología en la Universidad de Nueva York. Escribió, entre otros, “Despertares” y “Musicofilia”.

 

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Cápsulas Lectoras Novedades

Créalo o no: los libros crecen en los árboles

cc: inhabit
cc: inhabit.com

En Berlín (Alemania) en plena calle Prenzlauer Berg se levantó este hermoso bosque, para solaz de los amantes de la lectura. El proyecto, titulado «Un Bosque de Libros» fue desarrollado por  BauFachFrau, como una iniciativa reconocida por los programas oficiales de la UNESCO «Educación para desarrollo sustentable». La idea era apropiarse del espacio urbano para instalar estos «dispensadores» para que la gente intercambie sus libros ya leídos, por otros de su interés. Algo así como un trueque de libros, pero sin ver ni conocer a la persona de quien se recibe el libro, ni tampoco a la siguiente que será su dueña. Este sistema se llama Bookcrossing y funciona en todo el mundo desde hace años. La versión chilena se llama «Libro Libre» y funciona bastante bien, con muchos puntos de liberación de libros en Santiago y regiones.

Los Berlineses quisieron innovar en el modo como se dejaban los libros, e idearon esta suerte de biblioteca-árbol que, además de ser muy original y llamativa, es ecológica al usar los troncos de árboles caídos, en vez de plástico, madera procesada u otro material.

Una tapa de plástico protege los libros
Una tapa de plástico protege los libros

Alemania es el segundo país que lleva la delantera en préstamos de bookcrossing (Estados Unidos ocupa el primer lugar) por lo que no es de extrañar que en las distintas ciudades ocupen diversos modos para llamar la atención de los usuarios. La forma como opera este bosque de libros requiere bastante preparación. Naturalmente se pensaría que los libros pueden quedar amarrados o colgando de las ramas, o bien acomodados en los espacios naturales  de los árboles. Pero al ir leyendo la forma como se fabrican estos puntos deliberación, me doy cuenta que se requiere bastante trabajo y reparación. se juntan 4 ó 5 árboles, en cada uno de los cuales hay  una columna con orificios de un tamaño considerable, para ir dejando los libros. Estos orificios cumplen el rol de las clásicas bandejas de las estanterías. Y, para completar el sistema tienen tapas de plástico lo cual protege los libros de las inclemencias del clima. Sin duda los vecinos del barrio, quienes han sido los usuarios más activos, son los más contentos.

 

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Material de Trabajo

Biblioteca Digital Mundial a sólo un click de distancia

Este es una de las imágenes que ha acompañado el lanzamiento y difusión de la BDM
Este es una de las imágenes que ha acompañado el lanzamiento y difusión de la BDM

La World Digital Library (Biblioteca Digital Mundial) reúne mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de todos los tiempos y explica, en siete idiomas, las joyas y reliquias culturales de todas las bibliotecas del planeta. Tiene carácter patrimonial, ya que el proyecto -concebido por la Unesco y otras 32 instituciones- así lo estableció de un principio. Fue inaugurada en Paris, el 9 de abril del año 2009, y aunque desde ese punto de vista no es una noticia,  es interesante recalcarque semanalmente «sube» nuevos contenidos, como por ejemplo los de esta últimas semanas: un libro de Geografía de Ptolomeo, que data del año 1478, y el Sagrado Corán,  escrito por un calígrafo árabe en 1852.

Es que esta biblioteca no ofrece documentos corrientes , sino «con valor de patrimonio, que permitirán apreciar y conocer mejor las culturas del mundo en idiomas diferentes: árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués. Pero hay documentos en línea en más de 50 idiomas», señala el coordinador del proyecto Abdelaziz Abid

«Entre los documentos más antiguos hay algunos códices precolombinos, gracias a la contribución de México, y los primeros mapas de América, dibujados por Diego Gutiérrez para el rey de España en 1562».Otros tesoros incluyen el Hyakumanto Darani, un documento en japonés publicado en el año 764 y considerado el primer texto impreso de la historia; un relato de los aztecas que constituye la primera mención del Niño Jesús en el Nuevo Mundo; trabajos de científicos árabes que desvelan el misterio del álgebra; huesos utilizados como oráculos y estelas chinas; la Biblia de Gutenberg; antiguas fotos latinoamericanas de la Biblioteca Nacional de Brasil y la célebre Biblia del Diablo, del siglo XIII, de la Biblioteca Nacional de Suecia.

Cada joya de la cultura universal aparece acompañada de una breve explicación de su contenido y su significado. Los documentos fueron escaneados e incorporados en su idioma original, pero las explicaciones aparecen en siete lenguas, entre ellas, el español. La biblioteca partió el 2009 con unos 1.200 documentos, pero ha sido pensada para recibir un número ilimitado de textos, grabados, mapas, fotografías e ilustraciones los cuales se van agregando con una alta frecuencia.

¿Cómo se accede al sitio global?

Así luce la página de bienvenida del sitio web
Así luce la página de bienvenida del sitio web

A través de su dirección web www.wdl.org. Las redes sociales también brindan información con su cuenta de twitter @WDLorg. El acceso es gratuito y los usuarios pueden ingresar directamente por la Web , sin necesidad de registrarse. Los visitantes pueden orientar su búsqueda por épocas, zonas geográficas, tipo de documento e institución. El sistema propone las explicaciones en siete idiomas (árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués). Los documentos, por su parte, han sido escaneados en su lengua original.

De ese modo, es posible, por ejemplo, estudiar en detalle el Evangelio de San Mateo , traducido en aleutiano por el misionero ruso Ioann Veniamiov,en 1840…Con un simple click, se pueden pasar las páginas de un libro, acercar o alejar los textos y moverlos en todos los sentidos. La excelente definición de las imágenes permite una lectura cómoda y minuciosa.

Entre las joyas que contiene por el momento está la Declaración de Independencia de Estados Unidos, así como las Constituciones de numerosos países; un texto japonés del siglo XVI considerado la primera impresión de la historia; el diario de un estudioso veneciano que acompañó a Fernando de Magallanes en su viaje alrededor del mundo; el original de las «Fabulas» de Lafontaine, el primer libro publicado en Filipinas en español y tagalog, la Biblia de Gutemberg, y unas pinturas rupestres africanas que datan de 8000 A .C.

Dos regiones del mundo están particularmente bien representadas: América Latina y Medio Oriente. Eso se debe a la activa participación de la Biblioteca Nacional de Brasil, la biblioteca Alejandrina de Egipto y la Universidad Rey Abdulá de Arabia Saudita. La estructura de esta biblioteca mundial fue calcada del proyecto de digitalización de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que comenzó en 1991 y actualmente contiene 11 millones de documentos en línea. Sus responsables afirman que la Biblioteca Digital Mundial está sobre todo destinada a investigadores, maestros y alumnos.

Pero la importancia que reviste ese sitio va mucho más allá de la incitación al estudio a las nuevas generaciones que viven en un mundo audiovisual. Este proyecto tampoco es un simple compendio de historia en línea: es la posibilidad de acceder, íntimamente y sin límite de tiempo, a  ejemplares invaluables, únicos. Es por ello que esta biblioteca se ha trazado ambiciosos objetivos:

  • Promover el entendimiento internacional e intercultural;
  • Ampliar la cantidad y la variedad de contenidos culturales en Internet;
  • Facilitar recursos a los educadores, estudiosos y el público en general;
  • Permitir a las instituciones asociadas reducir la distancia digital dentro de y entre los países

Recomendamos no sólo visitar el sitio y asombrarse con sus maravillas, sino que también difundirla entre sus amigos, conocidos, colegas del trabajo, alumnos, etc. En resumen: colaboremos  para que este patrimonio de contenido sea bien aprovechado por todos.

 

¿Y ustedes? ¿Conocen algún otro proyecto de Biblioteca Digital que les gustaría compartir? dejen su comentarios por favor: