La Biblioteca Pública de Providencia (ubicada en plena Avda. Providencia) probablemente es de las más demandadas en la región Metropolitana. Basta con visitarla a fines de semestre -en plena temporada de exámenes- para darse cuenta cómo los usuarios se aglomeran esperando por un asiento en la escalera del histórico edificio que alguna vez fuera el mercado de abastos de la comuna. Un espacio que se renovó el año 1989, pero que desde siempre ha mantenido estrategias para acercar los libros y la lectura a miles de usuarios, partiendo por los 131.708 habitantes de la comuna. Un ejemplo de ello son sus tradicionales cafés literarios, que desde el año 2011 se complementan con unas pequeñas y originales sucursales: los Cafés Aire Libro. Es tanto el interés y curiosidad la que nos generó este sistema de mini café literario, que decidimos dedicarle la cuarta edición de las ya tradicionales Cápsulas Lectoras.
Los Cafés Aire Libro son módulos ubicados en plazas y parques de la comuna de Providencia, en los que se dispone una selección de libros y revistas para su préstamo, mesas y sillas que invitan a disfrutar leyendo, zona de libre acceso a wi-fi y, claro, humeante café. En total son cinco y se ubican estratégicamente en plazas y parques con alta afluencia de público, como plaza Las Lilas, el Parque de las Esculturas, Plaza Uruguay, Plaza Pedro de Valdivia y Plaza Chile España. Y son parte del sistema de Bibliotecas Públicas de la Municipalidad de Providencia, que incluye a la anteriormente nombrada Biblioteca Central, cuatro cafés literarios con sedes en calle Santa Isabel, Parque Bustamante, Parque Balmaceda y Bellavista, además de los Cafés Aire Libro, verdaderos satélites de lectura. Extender la red de acceso a la lectura y propiciar el encuentro con el libro es, quizá, el principal servicio de los Cafés Aire Libro, los que al tender puentes entre estanterías y vecinos proponen nuevas vías para que más personas se hagan socias de las Bibliotecas. El director del Sistema de Bibliotecas Públicas de Providencia, Waldo Carrasco, destacó a Lemos Más la utilidad de los datos que se obtienen cuando se trabaja en terreno: “Esto nos permite detectar el interés en distintos puntos de la comuna y si bien hay algunos Cafés al Aire Libro que llevan más tiempo y se han consolidado mejor, cada uno entrega señales de adónde hacer más y mejor inversión”, comenta.
El presupuesto anual para la compra de libros se distribuyen proporcionalmente a través de toda la red. La autonomía de cada Biblioteca depende de diversos factores, ya que si bien funcionan como un organismo centralizado, también hay algunas iniciativas que responden a inquietudes de los usuarios locales, lo cual flexibiliza y favorece la gestión. Este sistema no es nuevo, pero suma una serie de iniciativas que hacen de esta red de Bibliotecas Públicas ir un paso adelante en materia de servicios bibliotecarios en el país. El éxito de esta iniciativa ha sido notable. Tanto, que fueron los propios vecinos de la comuna quienes fueron solicitando más Cafés Aire Libro. Esta petición, sumada al hecho de analizar la demanda que estaban teniendo estas instalaciones de lectura, fueron parte del motor que permitió que este circuito lector siguiera creciendo. En la línea cuantitativa, los números hablan por si solos: en la plaza Las Lilas, entre enero y septiembre de 2013 fueron 9.153 los usuarios que se acercaron a pedir un libro, una revista o un café. Puede que el café no sea un servicio comparable con la lectura, pero si analizamos el hecho en detalle, quizás la misma persona que un día se tomó el café, regrese durante la semana a pedir un libro o una revista. En tanto, en la plaza Uruguay llegaron a 7.975 personas que visitaron y usaron el servicio.
Números que se suman significativamente al total de usuarios de la red de bibliotecas de Providencia, ya que en términos generales, más de 330 mil personas van y vienen a los estantes, mesones, cafeterías y utilizan todos los servicios y productos bibliotecarios que ofrece el sistema en la comuna. La idea de la extensión de las bibliotecas no sólo es territorial y eso es relevante, pues la labor de las bibliotecas también crece. Quizás es porque en Providencia éstas dependen del Departamento de Desarrollo Comunitario, y no de Cultura o Educación como sucede en otras comunas. Cuando a fines del año 2013 se inauguró el último Café Literario, llamado Centro Comunitario Bellavista en calle Constitución 85, el emplazamiento integró las necesidades de los vecinos al habilitar espacios útiles para su uso. La idea es que ocupen el lugar para realizar exposiciones, encuentros y también talleres. Todo con cientos de volúmenes disponibles para su consulta. Pero también han realizado cursos de medicina homeopática pensando en la gran cantidad de adultos mayores que habitan la zona. Eso parece ser uno de los principios que está rigiendo el Sistema de Bibliotecas Públicas de Providencia. Un ejemplo de comunicación con los usuarios en el siglo XXI, en que no sólo existe el libro de sugerencias, también que también están presentes en las redes sociales a través de Facebook, Twitter @BiblioProvi e incluso el canal BiblioProvi en Youtube.
¿Cómo funcionan los Cafés Aire Libro?
Existen tres modalidades para acceder a los libros. La primera es dejando el carnet de identidad mientras lees en el parque. La segunda opción permite el préstamo a domicilio. Para ello, debes inscribirte en la Red de Bibliotecas de Providencia, ya sea donando un libro nuevo o pagando la cuota anual, lo cual te da el derecho a aprovechar las distintas bibliotecas y cafés literarios del Sistema. Es importante destacar que estos cafés atienden los días sábado y domingo, e incluso los festivos. Algo inusual para los servicios de bibliotecas públicas o comunitarias. Sin duda un servicio que los habitantes de la comuna deben aprovechar. Si quieres conocer las direcciones, teléfonos y mails de contacto de los Cafés Aire Libro de Plaza Las Lilas, Parque las Esculturas, Plaza Uruguay, Plaza Pedro de Valdivia y Plaza Chile-España, revisa el sitio web con toda esta información. Galería de Imágenes (Sistema de Bibliotecas Públicas de Providencia)
¿Qué son las habilidades informacionales? la respuesta a esta pregunta parece ser muy necesaria para contarles el desarrollo de esta iniciativa, que marca la cuarta entrega de las Cápsulas Lectoras.
La AASL (American Association of School Libraries) señala que son las «habilidades para encontrar y usar información«. Esta clara y breve frase es citada en el documento de la IFLA : «Directrices sobre habilidades informativas» , el mismo que se apura en comentar que “los estudiantes con habilidades informativas acceden a la información efectiva y eficientemente, evalúan la información de manera crítica y competente y la utilizan de manera creativa y precisa”.
Con este marco, podemos agregar que, en Chile, las habilidades informacionales han sido estudiadas y desarrolladas en las bibliotecas universitarias. Las pocas experiencias en educación secundaria han sido desarrolladas por Yasna Catalán, Jefe de la Biblioteca de la Universidad de Concepción, campus Chillán y Magíster en Educación. Para ella y su afán por desarrollar programas de ALFIN (Alfabetización Informacional) va esta Cápsula Lectora.
Para conocer el programa “ALFIN para Cuartos Medios”que Yasna ha implementado, le pedimos una entrevista. De temperamento amable, y conversación llana, Yasna no tuvo problemas en explayarse contando los pormenores de su trabajo, así que partí muy entusiasmada inquiriendo detalles respecto a su inquietud por desarrollar programas de infoalfabetización, y esto fue lo que nos comentó: «La inquietud estuvo siempre. Casi toda mi carrera profesional la he realizado en instituciones de enseñanza superior. Al realizar los `Programas de formación de usuario` durante el primer año de universidad detectaba la enorme falencia que había entre los estudiantes que ingresan a la universidad, en torno al uso de la biblioteca y sus recursos. Aún con todo lo que se habla de ALFIN (Alfabetización Informacional) es lamentable comprobar que muchos estudiantes de enseñanza media no tienen la posibilidad de contar con un programa de infoalfabetización. Además tuve la posibilidad de comenzar a estudiar el área de infoalfabetización con una “Maestra”, con la Dra. Gladys Matus Sepúlveda. Ella fue la primera persona del área de la bibliotecología que escuche hablar de ALFIN, con un concepto distinto a la tradicional ´formación de usuarios´. Bajo este concepto de la Dra. Matus, ALFIN era algo más que enseñar a usar automáticamente las bases de datos u otros recursos«.
En su afán por innovar, Yasna no sólo tocó la puerta de los establecimientos educacionales con los que quería trabajar. También lo hizo con la institución en la que se desempeña: la Universidad de Concepción. De esa forma logró que se autorizara su permiso para trabajar en los colegios y Liceos de la zona, que pusieran recursos a disposición del proyecto y que éste se incorporara a la planificación anual del Sistema de Bibliotecas. «Mi institución me permitió cumplir con un deseo, que para mí era importante: trabajar con la comunidad externa. Creo en las bibliotecas universitarias de puertas abiertas» señala Catalán.
A la fecha, esta emprendedora bibliotecóloga, ha realizado programas de ALFIN en varios establecimientos educacionales en la ciudad de Chillán y en las comunas de San Ignacio y San Nicolás. Empezó trabajando con el Colegio Padre Hurtado, y siguió avanzando con el Colegio Agrícola de Chillán, el Liceo Técnico Agrícola San Rafael, el Liceo Politécnico de San Nicolás, el Liceo Técnico Puente Ñuble y el Liceo Maria Ward. Después de 3 años en esta labor, su percepción ha cambiado: « creo que la experiencia me ha permitido adecuar el programa de habilidades informacionales a distintos niveles educativos, así mismo he aprendido a comunicar las ventajas de este programa de manera dinámica y activa, buscando siempre encantar a los estudiantes.»
Resultados e Impacto
Yasna está consciente de la importancia de ir desarrollando estos programas en la educación secundaria.Y no sólo de ello: también de demostrar que este tipo de competencias deben ser abordadas en los programas curriculares. Más que convencer a los alumnos, al parecer el desafío es que los profesores, Jefes UTP y Directivos escolares se entusiasmen y participen de esta iniciativa. Y es que los principales beneficiarios se motivan de inmediato. «Para ellos todo es novedad», comenta Yasna respecto a los alumnos. Y agrega: «Descubren un mundo distinto, donde se les enseña qué es la información. No sólo su definición, también las razones por las cuales la necesitan. Y esto no pasa sólo para hacer sus deberes escolares, sino también para prepararlos como ciudadanos responsables, con opinión. Tratamos que entiendan que las técnicas que les entregamos les van a servir, para toda la vida, para un aprendizaje continuo y lo más importante que aprendan a evaluar esa información (crítica) y la comuniquen en forma ética, con las citas y referencias respectivas.»
Para despertar el interés de los alumnos, Yasna tiene algunas estrategias que comparte con nosotros: «Los asustamos un poquito, y les hablamos de los programas o software que actualmente descubren el plagio, como Docode de la Universidad de Chile o Turnitin. Para los interesados en llegar a la universidad, saber que los pueden descubrir copiando y pegando, no es una buena noticia.»
Paulatinamente, los establecimientos educacionales están considerando elaborar programas y proyectos que desarrollen en el estudiantado sus habilidades, no sólo para buscar la información, también para procesarla y descubrir qué hacer una vez que fueron capaces de llegar a esa información. Al respecto, Catalán señala que no han tenido el mismo éxito en todos los liceos y colegios con los que han trabajado: «cuando invitamos a los liceos a participar, nos preocupamos incluso en ir a buscar y a dejar a los alumnos. Vamos en locomoción que pone a disposición la Universidad de Concepción. A veces nos hemos encontrados con casos en que los alumnos no vienen a cargo de ningún profesor. Eso nos lleva al cuestionamiento respecto al interés que los docentes ponen en estas capacitaciones, ya que si el profesor no participa, ¿de qué forma se va a generar el vínculo con el colegio o liceo?. En este caso los alumnos deben ser nuestros promotores, porque llegan preguntando al liceo por los servicios del CRA»
Yasna tiene muy claras las debilidades y fortalezas de este tipo de programas, por lo que se apura en precisar: «No quisiera desanimar a los colegas que quieran emprender un proyecto de este tipo, ya que también hemos tenido casos en que los alumnos han participado con el profesor de una asignatura, el cual inmediatamente se siente motivado y al próximo año nos está ubicando, para trabajar con otro curso. Es en estos casos donde existe un seguimiento, puesto que los profesores nos comunican sus intereses de búsqueda y hacemos trabajos prácticos, que luego ellos evalúan. Igualmente los alumnos aprenden a presentar una bibliografía y a citar correctamente.». La vinculación con los establecimientos educativos es otro aspecto que esta profesional destaca: «ahora sólo falta que más bibliotecólogos se atrevan desde sus universidades. En la medida en que la acreditación y su aspecto relativo a la ´Vinculación con el Medio´ se vaya masificando, será posible que otras bibliotecas universitarias se atrevan con este desafío».
El perfil del profesor que participa de estos programas ALFIN es un aspecto importante, generalmente son docentes «busquillas», que acostumbran usar mucho el computador, internet, aplicaciones, etc. A este respecto, la bibliotecóloga comenta: «generalmente el vínculo se genera con los profesores jóvenes y con aquellos que creen en la estrategia de unión entre la biblioteca y proceso educativo».
Toda iniciativa conlleva una cuota de dificultad. De otra manera, no sería tan sabroso el gusto por los logro en la medida que se van logrando. Este caso, Yasna Catalán tiene muy patentes los aspectos más débiles o complicados del proyecto: «Lo más complicado, al principio, fue ingresar a los liceos a través de la biblioteca escolar o CRA. Las personas encargadas, no entendían nuestra intervención, no comprendían el alcance de nuestro trabajo. En algunos casos creían que sus trabajos corrían peligro con nuestra presencia. No comprendían por qué queríamos trabajar con los alumnos, en un proyecto gratuito». Esto fue rápidamente comprendido por los gestores de este proyecto, por lo que decidieron ingresar a los liceos a través de Dirección del Establecimiento o a través de la Unidad Técnico Pedagógica.
Los estudiantes de cuarto medio con los que he trabajado no diferenciaban las secciones de una biblioteca, no conocían lo que es una hemeroteca, y mucho menos sabían de la existencia de una sección de reserva, por ejemplo.
En la medida que se desarrollan estas intervenciones y actividades de tipo práctico, tanto profesores como alumnos le van tomando el gusto a aprender. Perciben, en la práctica, los beneficios de manejar adecuadamente las estrategias en búsqueda y uso de la información. Naturalmente eso puede dar pie a seguir profundizando e incluso a desarrollar proyectos de mayor envergadura. Y respecto a esta motivación se nos comenta: «Hay personas motivadas por naturaleza, es posible que en un inicio sólo exista la voluntad, pero poco a poco se va ganado el espacio. El programa “ALFIN para Cuartos Medios” sólo es una de las varias actividades que nuestra biblioteca tiene en beneficio de la comunidad externa. Inicialmente empezamos con los CESFAM (Centros de Salud Familiar) y fue eso lo que nos hizo imaginar otro escenario y atrevernos con los establecimientos educacionales». Yasna aconseja en este sentido: «lo importante es entrar siempre con respeto a la comunidad que se quiere ayudar, no se deben esperar grandes cambios inmediatos. Seguramente los cambios serán paulatinos, sólo se debe pensar en dar la mano a una comunidad que lo necesita».
Difusión en Alfabetización Informacional
“ALFIN para Cuartos Medios” también ha considerado actividades de difusión para ponerlo a disposición de otras instituciones universitarias y darse a conocer en el medio. Para ello, Yasna ha hecho una labor de producción de ponencias y artículos basados en la experiencia que ha ganado en esto tres años trabajando en ALFIN en educación secundaria.
En el subsuelo del mismo Palacio de la Moneda, el Centro de Documentación de Artes Visuales equilibra accesibilidad con la apertura de espacios para que la investigación de las disciplinas artísticas no sea tema de puros expertos.
En el tercer subterráneo del Centro Cultural La Moneda, cada cierto tiempo se pueden ver sendas cajas provenientes de distintas partes del mundo. Dentro de ellas llegan colecciones de arte sumergidas en burbujas de plástico y plumavit, que han viajado kilómetros para ser colocadas por las manos de los encargados del montaje de las exposiciones del lugar. Dos pisos más arriba, en la entrada del edificio subterráneo, los traqueteos y martillazos de la instalación irrumpen en una pequeña biblioteca que podría pasar inadvertida a los ojos de un visitante apurado. Se trata del Centro de Documentación de Artes Visuales–CEDOC- que abrió sus puertas el año 2006. Soledad García es su coordinadora desde el 2009. A ella se debe el silencioso ambiente que hoy requieren los investigadores que llegan para revisar los 4.000 ítems distribuídos en colecciones audiovisuales y monográficas. Éstas tratan, principalmente, del arte producido en nuestro país desde los años sesenta en adelante. Para Soledad, Licenciada en Teoría e Historia del Arte y MFA en Curatoría, desde la inauguración de este espacio se han dado ciertas particularidades: “Acá hemos funcionado de manera anómala. Se hacen exposiciones y hay documentos, y antes estuvo abierto para que la gente observara y no necesariamente para investigar”, comenta. El lugar en el que se encuentra la colección dedicada a educación artística–que debe tener medidas similares a las de un conteiner- ha servido para trabajar con cerca de 130 profesores de carreras de las pedagogía en artes , diseño y otras ad-hoc al área de niveles básicos y medios; más el Archivo Histórico y el Archivo Digital que nos ocupa en esta Cápsula Lectora.
Es que el CEDOC comparte similitudes con cualquier biblioteca y al mismo tiempo, no. Tiene libros, catálogos, revistas y ensayos, pero también afiches, maquetas de publicaciones, fotografías y material gráfico, además de registros en video y audio. El hecho de trabajar con elementos que hablan de arte o que referencian objetos artísticos es, la mayoría de las veces, todo un desafío pues no son tan simples de catalogar, clasificar y asignar a un patrón común como puede suceder en una biblioteca más tradicional. Por otro lado, la labor de digitalización demandó mucho esfuerzo por el material, los derechos de autor, la calidad de la imagen y otros aspectos propios de una obra artística, que difieren mucho de lo que puede ser un texto impreso.
Lograr mayor apertura a las artes visuales y propiciar la investigación
“Existe una brecha comunicacional entre el espacio universitario y el institucional. Nuestro nicho son las ciencias sociales, pero el contacto entre uno y otro no es natural, quizás los alumnos están acostumbrados a ir a exposiciones pero las relaciones más orgánicas entre uno y la institucionalidad no es tan inmediata, ahí hay un problema”, nos comenta la coordinadora del CEDOC.
En Chile, pocos son los investigadores del área de las ciencias sociales que tratan temas sobre el arte chileno en forma exhaustiva. Eso cree Soledad, por ello, al asumir la dirección del CEDOC quiso destacar la investigación por sobre todo y, para ello, comenzó el desarrollo de un Archivo Digital que reuniera todo el material físico del CEDOC, y lo volviera accesible para todo tipo de usuario que quisiera estudiar o investigar. Sin embargo el proceso ha ido más lejos. Ella y su equipo han buscado difundir el tema contactando y creando redes con universidades, para sensibilizar, estar presente y darse a conocer.
La relevancia del Archivo Digital -proyecto que se materializó en junio del 2012- es la accesibilidad al material de investigación. El hecho que los documentos se transformen a un soporte al cual los investigadores de distintos puntos de Chile y el mundo puedan utilizarlos para sus trabajos, concreta el deseo de los bibliotecarios y de Alejandra Serrano, directora del Centro Cultural, pues de esa forma logran dejar de lado las limitaciones geográficas y multiplicarse en la red. Para ello la difusión del Archivo Digital fue bastante importante, e igualmente estratégica. Desde la coordinación del CEDOC se desarrolló un proceso de inducción en el uso de este recurso, dirigido principalmente a académicos y estudiantes de universidades. También hubo visitas y capacitaciones en el Centro de Documentación, durante las cuales se enseñaba, computador en mano, como sacar provecho de la plataforma de búsqueda del Archivo Digital. Las notas en medios, diarios y revistas especializadas también sirvieron para que este proyecto se diera a conocer.
Efecto Dominó
Poco a poco la idea de desarrollar el primer Archivo Digital de artes visuales en Chile fue tomando forma en las Autoridades del Centro Cultural y también para Soledad García y su equipo. Poco a poco, también, esta idea pasó a tomar forma y se convirtió en un proyecto como tal. Soledad García nos comentó, en una de las entrevistas que gracias al Archivo Digital el CEDOC tuvo más visibilidad, y fue ganando la confianza de artistas y agentes del arte, quienes donaron material de sus colecciones. Y esa confianza se ganó porque demostraron que no sólo podían resguardar los documentos y las obras que les hicieron llegar, sino que también podían digitalizarlas y colocarlas a disposición de cualquier persona interesada en el tema, en Chile y en el mundo. Vieron que esta plataforma funcionaba, que se estaba leyendo, que había postulantes al concurso de Ensayos (el cual ya está en su cuarta versión) y que había una mayor divulgación de las artes visuales contemporáneas en Chile.
«El Archivo Digital provocó un efecto muy positivo que significó no solamente la lectura, sino que también la retroalimentación de documentos», concluye Soledad García.
Otro de los efectos dominó del Archivo Digital fue el posicionamiento del CEDOC dentro del medio bibliotecario nacional, ya que este Centro de Documentación ganó, para su equipo humano- un bibliotecólogo que llegó a hacerse cargo de los aspectos técnicos propios del mantenimiento del Archivo, tales como la sistematización y actualización de los registros, así como también el cuidado por las directrices bibliotecarias ante los nuevos formatos y materiales que se han ido sumando. Porque no hay duda que el Archivo Digital sigue creciendo, y lo que se gestó hace unos años ya no es lo mismo que se está organizando hoy en día.
Chile contemporáneo a través de las Artes Visuales
El Archivo Digital cuenta con 4.500 registros, entre los cuales se pueden encontrar materiales de las décadas ´70, ´80 y ´90 tan disímiles como documentos manuscritos, programas de festivales (algunos escritos a máquina) y cartas. También hay libros objetos (los cuales, por su naturaleza, fueron difíciles de digitalizar), catálogos, revistas (como por ejemplo Pájaro de cuentas, Manuscritos), separatas, e incluso libros completos disponibles para su descarga. También hay documentos inéditos y maquetas de revistas. Entre éstas se destaca la maqueta de las revistas ‘Daga‘ y ‘En Hola Gay’ (la primera publicación en Chile de 1985 que se refiere a la homosexualidad. Nunca circuló en los medios, pero en el archivo Digital se pueden ver las maquetas)
La historia contemporánea de nuestro país, en cuanto a las artes visuales, puede ser descubierta en este Archivo Digital. Un investigador, por ejemplo, puede seguir la pista a la producción artística de los ´90. En esa época la democracia ya se había instaurado en Chile, por lo tanto la circulación de material era mucho más fácil y las instituciones eran más sólidas que en las décadas anteriores. Ello permitió que se pudiese identificar el trabajo y la producción de los espacios y movimientos artísticos del periodo. En cambio, durante los ´70 y ´80 el desarrollo artístico ocurría en espacios más aislados y privados. Los catálogos y los programas artísticos de esos años no circularon ni tuvieron distribución ya que muchos se hacían en la privacidad del hogar de alguno de los artistas o agentes del rubro. Las galerías, a veces estaban ubicadas en la parte trasera de otras tiendas de medios cercanos al artístico, aunque con un enfoque completamente comercial. Ese fue el caso de varias galerías de arte, en Santiago, que comenzaron funcionando en la trastienda de fábricas de muebles.
El trabajo no se detiene
Una de las características de un proyecto como este, es que no hay no tienen fecha de término, y por ello necesitan seguir desarrollándose en forma permanente. No sólo en términos numéricos, también respecto a la calidad de lo que se ofrece y su alcance. En el caso del Archivo Digital la forma de asegurar que haya un permanente crecimiento es a través de labor de rastreo que realiza la coordinadora del CEDOC. Soledad se dedica a revisar los catálogos y el trabajo curricular de artistas contemporáneos, buscando en sus exposiciones y obras un hilo cronológico que le permita seguir el rastro productivo del artista.
Gracias a ello, logra contrarrestar aquello que está disponible en el Archivo Digital, y descubrir los vacíos de los artistas. Una verdadera pesquiza digna de un detective. Tras eso, Soledad les contactaba y les informaba la labor del Archivo Digital, dándoles a conocer sus alcances y las lagunas que hay en la colección en lo que a su trabajo se refiere. La respuesta es, la mayoría de las veces, positiva. Muchos de los artistas responden al llamado prestando sus obras e incluso donándolas. Pero la labor no termina sólo allí, puesto que el material debe ser revisado y evaluado para saber si es factible digitalizarlo. Y una vez que se aprueba su ingreso al Archivo, comienza todo el proceso productivo que vincula al resto del equipo de trabajo del CEDOC, equipo compuesto por Horacio Valdés, quien se desempeña como referencista y Miguel Hernández, bibliotecólogo a cargo del Archivo Digital.
Otra forma de detectar vacíos en la colección es a través de las consultas de los investigadores del Archivo Digital, después de todo: ¿Quién mejor que los propios usuarios para señalar sus necesidades?. Es una manera muy precisa para ir detectando las necesidades documentales de uno de los principales grupos de usuarios del CEDOC. Por ejemplo, Soledad nos comenta que actualmente hay una línea investigativa respecto a la producción artística durante el periodo de dictadura militar, la misma producción que se generó desde instituciones, como por ejemplo la Universidad de Chile y la Universidad Católica. Sin duda nuevos campos para seguir investigando en nuestro país.
Salir, conocer y conversar con los otros
«Lo más importante, al desarrollar un proyecto de esta envergadura -comenta Soledad- es salir la calle. Salir y mirar que están haciendo los otros. Informarse”. Cuando nosotros partimos con la idea de este proyecto fuimos a la Biblioteca nacional, con los archivos que ya trabajaban con plataformas digitales. Les preguntamos por sus aciertos, por aquello que habrían hecho mejor, etc. Soledad valora mucho la importancia de esta etapa de contexto, la cual no requiere presupuesto. Sólo el interés de conectarse con los otros: con aquellos que ya tuvieron una idea similar a la tuya y que, de una forma u otra, llegaron a destino por diversa vías. Y en este sentido, concluye: «Hay que sondear que esta pasando alrededor para saber que se puede adaptar a tu espacio. Hay que tener el contexto respecto a lo que puedes hacer en tu medio, con los recursos que tienes.». Y en ese sentido nos comenta que existe una multiplicidad de fondos concursables a nivel nacional e internacional, a los que vale la pena estar atentos pues son una excelente vía de financiamiento para proyectos como el Archivo Digital u otros similares.
Y es en esa línea que en el Centro Cultural de la Moneda están pasando muchas cosas, y un nuevo ejemplo de ello es el Archivo Digital de la Cineteca, el cual comenzó a funcionar a partir de junio de este año. Sin duda otra aventura que será interesante de reportear en alguna de nuestras futuras Cápsulas Lectoras.
Soledad García, Licenciada en Teoría e Historia del Arte y coordinadora del CECOD, quien estuvo a cargo del proyecto del Archivo Digital desde su concepción, diseño y puesta en marcha. Actualmente sigue trabajando en la divulgación y acopio de más material para seguir enriqueciendo esta fuente de información en línea:
En Berlín (Alemania) en plena calle Prenzlauer Berg se levantó este hermoso bosque, para solaz de los amantes de la lectura. El proyecto, titulado «Un Bosque de Libros» fue desarrollado por BauFachFrau, como una iniciativa reconocida por los programas oficiales de la UNESCO «Educación para desarrollo sustentable». La idea era apropiarse del espacio urbano para instalar estos «dispensadores» para que la gente intercambie sus libros ya leídos, por otros de su interés. Algo así como un trueque de libros, pero sin ver ni conocer a la persona de quien se recibe el libro, ni tampoco a la siguiente que será su dueña. Este sistema se llama Bookcrossing y funciona en todo el mundo desde hace años. La versión chilena se llama «Libro Libre» y funciona bastante bien, con muchos puntos de liberación de libros en Santiago y regiones.
Los Berlineses quisieron innovar en el modo como se dejaban los libros, e idearon esta suerte de biblioteca-árbol que, además de ser muy original y llamativa, es ecológica al usar los troncos de árboles caídos, en vez de plástico, madera procesada u otro material.
Alemania es el segundo país que lleva la delantera en préstamos de bookcrossing (Estados Unidos ocupa el primer lugar) por lo que no es de extrañar que en las distintas ciudades ocupen diversos modos para llamar la atención de los usuarios. La forma como opera este bosque de libros requiere bastante preparación. Naturalmente se pensaría que los libros pueden quedar amarrados o colgando de las ramas, o bien acomodados en los espacios naturales de los árboles. Pero al ir leyendo la forma como se fabrican estos puntos deliberación, me doy cuenta que se requiere bastante trabajo y reparación. se juntan 4 ó 5 árboles, en cada uno de los cuales hay una columna con orificios de un tamaño considerable, para ir dejando los libros. Estos orificios cumplen el rol de las clásicas bandejas de las estanterías. Y, para completar el sistema tienen tapas de plástico lo cual protege los libros de las inclemencias del clima. Sin duda los vecinos del barrio, quienes han sido los usuarios más activos, son los más contentos.