Se trata de un hotel boutique de lujo ubicado en Manhattan, Nueva York, Estados Unidos. El concepto del Library Hotel ( Hotel Biblioteca) se inspira en el sistema de clasificación decimal del conocido bibliotecario Melvin Dewey quien diseñó el sistema Dewey de clasificación el año 1876. Créanlo o no, este sistema se sigue usando -modificaciones mediante- en las bibliotecas de todo el mundo hasta nuestros días. Por eso, y haciendo honor a este sistema, cada piso del hotel hace honor a una de las diez categorías de las clasificaciones en que el señor Dewey registtpó cada una de las áreas del conocimiento. De tal manera que cada una de las 60 habitaciones está especialmente decorada con una colección de libros y arte que explora una temática, de acuerdo a la clase a la que pertenece el piso. Inusual, ¿cierto?
Por ejemplo, en el 2º piso está la Sala de lectura con vistas a Madison Avenue y Library Way. Aquí existe una oferta permanente todo el día y toda la noche de tés, cafés, galletas y frutas. También se sirven aquí el desayuno continental y las recepciones nocturnas con vino, quesos y crudités.
En el tercer piso están todas las materias dedicadas a ciencias sociales, leyes, economía, ciencia política, comunicaciones y otros temas relacionados. El cuarto piso, por su parte, alberga una gran colección de libros de diversas lenguas extranjeras, es así como los huespédes del hotel se encuentran con textos asiáticos, italianos, japoneses, rusos, eslávicos, germánicos, etc.
En el quinto piso se dan cita los matemáticos , geólogos, astónomos y los interesados en las ciencias exactas. Para luego subir un piso más y encontrarse con las tecnologías, ciencias aplicadas, las finanzas, la informática, la medicina, el marketing, etc.
Las artes tienen su espacio en el séptimo, mientras que la literatura hace de las suyas en el octavo. El edificio continúa sigue en el noveno piso con historia, en el décimo con conocimientos generales, el onceavo con filosofía y el doceavo con religión. Vaya viaje por el conocimiento, ¿no?
En la azotea se ofrece “La guarida del escritor” y el “El jardín del poeta”. En tanto seguro no dan ganas de salir del piso 14º , pues hay una sala con chimenea, un invernadero y una terraza con vistas a edificios de estilo arquitectónico tradicional neoyorquino. De noche, la azotea se transforma en el Bookmarks Lounge, un bar de moda que sirve tragos inspirados en la literatura. Para mí, sería un sueño hecho realidad beber uno de esos tragos.
Pero eso no es todo. Los huéspedes están invitados a relajarse para disfrutar de películas dela Biblioteca Americanade Cinematografía, periódicos y una biblioteca de más de seis mil libros. Ovbiamente hay WiFi en todo el hotel. Cada vez que se hace la habitación hay renovación de agua mineral y chocolates belgas. ¿Qué más pedir?
Se agradece la información de este artículo a la bibliotecaria y docente Consuelo Salas (en twitter @bibblioconsu) quien envió toda la información para su publicación.
Los artistas brasileños Marcos Saboya y Gualter Pupo hicieron realidad la frase «perderse en un buen libro» ya que construyeron un enorme laberinto con 250.000 libros. Esta instalación artística, llamada aMAZEme será exhibida hasta el 26 de agosto en una muestra en el Southbank Centre, en Londres. Los artistas se inspiraron en el escritor argentino Jorge Luis Borges, por lo que el laberinto pretende recrear con su forma las huellas dactilares de Borges. Sin duda Saboya y Pupo rindieron un hermoso homenaje al escritor que un día señaló: «Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de Biblioteca»
El hecho que esta magnífica instalación esté siendo exhibida en Londres no es casual, ya que se relaciona con los Juegos Olímpicos. Justamente el Festival de Londres 2012 -lugar donde se puede encontrar esta obra- es parte de las atracciones para turistas y fanáticos del deporte. Pero, volviendo al laberinto de libros, les puedo contar que su construcción demoró sólo 4 días, ya que se contó con la ayuda de voluntarios que se inscribieron previamente para participar de este trabajo.
La obra estuvo concluída el 31 de Julio, fecha a partir de la cual el público ha podido visitarla y jugar a perderse entre los libros. Pero eso no es todo, ya que dentro de esta masa de textos e información los visitantes pueden encontrarse con algunas sorpresas, como por ejemplo: unas pantallas instaladas en los muros que despliegan imagenes de citas literarias y objetos artísticos asociados a la literatura. Adicionalmente, varios autores están leyendo sus libros dentro del laberinto «añadiendo vida al proyecto a través de la tradición oral» según acota uno de los artistas que diseñó el trabajo.
Justamente, el objetivo de los artistas es que los aventureros que se atrevan a entrar en este laberinto descubran nuevas texturas, imagenes y emociones mientras está inmerso en este mundo de libros. Por eso, al final de la exhibición, el público es invitado a llevarse consigo cualquiera de los libros -usado o nuevo- como recuerdo de esta inigualable aventura literaria.
Es cierto: lugares entretenidos y con onda para tomarse un café hay muchos. Pero hasta ahora no había visto nada como esto: un café-bar que emula una biblioteca. Y los libros no sólo son decoración, sino que se integran haciéndose parte del espacio lo cual contribuye a crean ambiente de lectura entre los parroquianos. El dueño de este café D’Espresso, Eugene Kagansky, decidió abrir este lugar a una cuadra de la Biblioteca Pública de Nueva York. Antes de iniciar el proyecto, y aprovechando esta locación le comentó a su equipo de trabajo: «Abramos un café bar que parezca una biblioteca, pero hagámoslo con un toque más interesante» .
Efecto «Alicia en el país de las maravillas
Y es que además de parecer una biblioteca, el lugar da la impresión de jugar con la gravedad. Tal como en en el libro de «Alicia en el país de las maravillas» de Lewis Carroll haciendo sentir a los clientes que están temporalmente suspendidos. El piso está al lado izquierdo,»colgando» de la pared y las sillas y banquetas se apoyan en los muros de la biblioteca.Si ustedes creen que esto es un poco desconcertante están en lo correcto, porque esa es precisamente la idea. La inspiración de Anurag Nema – el diseñador que llevó a cabo la infraestructura- fue la famosa estación espacial que aparece en una de las escenas de «2001 odisea del espacio«.
Nema jugó con elementos muy atractivos ya que literalmente volteó la cafetería de lado para crear un ambiente completamente innovador. De esa forma, al mirar hacia el techo no cuelgan lámparas como cabría esperar, ya que éstas están al los costados derecho, y se «dejan caer» como si de verdad estuviesen suspendidas de la forma habitual. Inquietante, ¿cierto?
¿Estanterías y libros?
Lo que parece ser un sinfín de estanterías perfectamente alineadas y cuajadas de libros no son más que cerámicas impresas con imágenes en sepia que muestran ilustraciones inusuales, tanto en los lomos como en las portadas. La tipografía también jugo un rol importante, ya que usaron títulos y efectos que generasen curiosidad entre los «lectores» del café-bar. Gracias a ello se tiene el efecto de una biblioteca con estanterías ordenadas en torno al «techo», que no es más que uno de los muros del lugar.
La cafetería abrió sus puertas a los clientes-lectores en diciembre del 2011, y hasta a hora -en palabras de su dueño- les ha ido tan bien que los planes ya están en marcha para abrir otras sucursales en Manhattan y después en más ciudades de Estados Unidos. Lo interesante es el uso de los libros para recrear un espacio que sea no sólo confortable,sino que den ganas de quedarse disfrutando del ambiente.
¿Por qué una Biblioteca?
Las Bibliotecas han tenido siempre el halo de ser lugares confortables, silenciosos -en algunos casos- y de ser espacios protegidos del ruido mundanal. Cuando se entra a una biblioteca atrás queda el ruido de la calle, los bocinazos de los autos, el ajetreo de las personas corriendo de un lado a otro. Quizás una biblioteca es mucho más que un lugar de tranquilidad: es la posibilidad de estar tan cómodo como si se estuviera apoltronado con un grato libro entre las manos. Ese es el espacio que han tratado de crear en D’Espresso. Lo cual me lleva a pensar que son muchos los escritores asiduos a cafés que solían beber incontables tazas de café, quizás varios tragos de whisky y fumar a destajo. El primer caso que se me viene a la mente es el de Heminway, famoso por su afición a los bares y cafés Quién sabe cuántos de esos visitó en Idaho, ciudad donde residía.
Por lo menos eso es lo que piensa el dueño de esta innovadora cafetería: «los temas de lectura son perfectos para cafés, porque se llenan de clientes «bookish» (cuya traducción sería asiduos lectoras que gustan de objetos relacionados con el libro)
Numerosos medios han publicado sobre este lugar. Por su lado el New York Times publicó un artículo señalando que este este truco de diseño «volteado» es parte de la estrategia de marketing, y que el próximo bar-café que inauguren quizas esté completamente «patas para arriba». Y es que el dueño de D’Espresso cree que tal y como la marca de cafeterias Starbucks han cambiado el concepto de tomar café, agregar valor es un recurso ideal para crear identificación con la marca en una época donde las cafeterías no cuentan con la fidelización del cliente dada la amplia variedad que hay para ir a disfrutar un buen café.
Y si quieres conocer más cafés creativos alrededor del mundo, revisa este web site. No tienen bibliotecas ni libros, pero su diseño, ambientación y arquitectura valen la pena.
Con un poco de imaginación y creatividad todo queda mejor
Finalmente -y considerando la suerte de «polémica» que ha habido por el caso de la tienda Paris – no puedo dejar de mencionar que no es necesario romper libros para hacer más atractiva la exhibición de productos comerciales como en el caso de esta tienda por departamento, la cual tiene en uno de sus locales libros partidos por la mitad. Con un poco más de creatividad y buen gusto se pueden hacer cosas mucho mejores. En Chile tenemos otro caso reciente de una tienda de ropa masculina que recurrió a libros para vender. Ésta marca decidió usar tramoyas emulando estanterías de libros. Les diré que el resultado es bastante bueno, y lo mejor es que no se destrozaron libros.
Y ustedes, ¿Conocen otros casos en que los libros y las bibliotecas sirvan como escenario de una tienda, café, bar u otro tipo de local?
La Bibliofilia es el amor por los libros; y el bibliófilo es el amante o aficionado a las ediciones de ciertos títulos, a los empastes especiales, al aroma de las páginas, y en general a todo lo que se relacione con mantener una nutrida colección de libros. La bibliofilia, como concepto, surge durante el Renacimiento, época en que los humanistas, reyes, príncipes y grandes señores se dedicaron a recorrer países de Europa en busca de manuscritos, cartas, autógrafos, incunables, y otros tipos de libros sofisticados. El bibliófilo ama la lectura, así como el admirar y coleccionar libros, por lo que arma una gran y especializada colección. Sabe, además, distinguirlas e identificarlas ya sea por la pureza de su texto, su tipografía, ilustración, la calidad del papel y la encuadernación. Los bibliófilos no necesariamente ansían adueñarse del libro que desean: como alternativa tienen el admirarlos en antiguas bibliotecas. Sin embargo el bibliófilo es frecuentemente un ávido coleccionista, algunas veces buscando erudición sobre la colección, y otras poniendo la forma por sobre el contenido con un énfasis en libros caros, antiguos, raros, primeras ediciones, libros con encuadernación inusual, copias autografíadas, etc. Los bibliófilos están organizados: se agrupan sociedades como la prestigiosa «Association Internationale de Bibliophilie» en la que anualmente se reúnen investigadores y acaudalados coleccionistas. En Chile existe desde 1954 la Sociedad de Bibliófilos Chilenos.
Algunos bibliófilos han tenido un papel relevante para el desarrollo académico y cultural de sus países, como por ejemplo Pablo Neruda, Andrés Bello – a quien se le dedicó el Archivo Central Andrés Bello– el ex Presidente de Chile Arturo Alessandri Palma –quien incluso ejerció como bibliotecario entre los años 1890 y 1893 llegando a ser el segundo director de la Biblioteca del Congreso Nacional– y por supuesto José Torobio Medina, célebre bibliófilo, quien tiene a su haber la sala Medina en la Biblioteca Nacional. Cuentan las malas lenguas -en categoría de anécdota, pues no hay referencia al respecto- que el amor del señor Medina por los libros y manuscritos era tal, que algunas veces los «pedía prestados» en las Bibliotecas, valiéndose de sus ropas para ocultar los textos. Un caso extranjero y poco conocido de bibliofilia es el de Marilyn Monroe, quien llegó a tener una biblioteca con más de 400 títulos. Sin embargo, en mi vida como bibliotecóloga, hasta ahora el único bibliófilo de pura cepa que he conocido es el señor Julio Ortúzar, ex Rector y fundador de la Universidad del Pacífico, quien tiene más de 3.800 títulos en una biblioteca especialmente acondicionada. A tanto llega su amor por la lectura, que a los 12 años decidió pedir permiso al obispo para leer a Voltaireporque estaba entre los libros prohibidos por la iglesia.
Actualmente el coleccionismo de libros antiguos es un instrumento que ocupa el tercer puesto en la cifra de negocio de las grandes casas de subastas internacionales, tras la pintura y la escultura. Tanto así, que Christies ha subastado primeras ediciones por hasta USD 8 millones siendo el caso de «Las aves de América», adquirido por un coleccionista norteamericano. He escuchado a algunas personas señalar que compran una determinada edición sólo por la belleza de las ilustraciones o la delicadeza del empaste, sin que piensen remotamente en leerlo. En esos trances leer es harina de otro costal, sin embargo estimo que la mayoría de los bibliófilos leen el material en el que invierten.
Respecto a publicaciones que traten el tema en español, sólo encontré el «Manual del Bibliófilo Hispanoamericano», publicado originalmente en 1930.Contiene cientos de facsímiles de portadas y primeras páginas de libros antiguos. Conserva cubiertas originales. Es un interesante trabajo de recopilación, con infinidad de bibliografía de libros hispanoamericanos incunables.
Ahora bien, para conocer el otro caso, y retomar la línea del título de este artículo, puedo contarles que la Bibliomaníaes la manía por acumular libros. Esto puede asociarse con una enfermedad, pues el fin de acumulación pasa por lo cuantitativo, más que por el contenido o la calidad de la lectura. El Bibliomaníaco tiene el perfil de los acaparadores compulsivos, quienes poseen un número siempre creciente de libros (u objetos) que no necesariamente usan o leen, aunque también se les relaciona con un desorden obsesivo-compulsivo (TOC). Para el bibliomaníaco el criterio de selección no es la belleza, calidad o exclusividad de la edición, sino que la acumulación. Gracias a ello logra aplacar su afán, hasta que nuevamente vuelven sus ganas de conseguir más libros.
Sin embargo, independiente de las descripciones y conceptos, hay un elemento en común: el amor por los libros como un objeto que va más allá del acto de leer. En mi búsqueda de información respecto al tema encontré un término anglosajón que me interesó bastante: los «Book Lovers», personas a quienes les gusta leer y que además se rodean de un sinfín de objetos relacionados con el ejercicio de la lectura. Pueden ser marcapáginas (destaco la colección de la bibliotecaria Chilena Olga Sotomayor), pins, libretas, collares, aros, tazones, poleras, e incluso muebles como sillones y lámparas hechas a partir de libros. A tanto llega esta afición, que he encontrado buenas sugerencias de regalos para los «Book Lovers» e internet. Personalmente me considero una buena lectora con muchas características de Book Lover.
Amantes de los libros y de la lectura hay por todos los rincones del mundo, y si este amor se relaciona con los objetos y el diseño eso es sólo una prueba más de lo significativo que puede llegar a ser el libro, y las implicancias que ha llegado a tener en la sociedad.
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