En el 4280 de Tennyson Street, en Denver, Colorado (EEUU) hay un BookBar que ha sabido armar un entretenido concepto de bar y librería. Algo común, dirán algunos. Algo que ya hemos comentado anteriormente, dirán otros. Puede que huela a fórmula repetida, pero de todas formas no deja de ser interesante que podamos conjugar las catas con la literatura. El sueño de muchos, incluido el mío.
Un aspecto importante ha sido la decoración. El techo es de madera, las estanterías son de madera oscura, el piso también es de madera en tonos cálidos. A lo largo del bar hay un lounge, con una suerte de puerta-acordeón que permite el acceso a un sector al aire libre. Hay muchas mesas, y por supuesto estanterías abiertas para quienes quieren buscar algo de lectura mientras esperan a un amigo o simplemente mientras pasan un momento agradable.
Al centro del espacio hay una gran mesa de madera hecha en base a libros. Éstos, haciendo las veces de un puzzle, conforman el mesón de atención y caja registradora. Completamente ad-hoc. «Ví una foto en parecida en internet, y cuando quise abrir el BookBar me dieron ganas de replicarla» comenta Sullivan. «Se lo mostré a algunas personas quienes no quisieron ser parte de mi idea. Pero los vecinos del sector fueron los que me apoyaron en esta tarea«, recuerda airosa.
La selección de la comida está centrada en entremés, comidas livianas, pastas, postres -entre los que destacan chocolates de diversos tipos-. El menú es, obviamente, un libro (con dedicatoria, tabla de contenidos, prólogo y todo aquello que distingue a un ejemplar de buena factura). Lo más importante es la lista de vinos, la cual considera doce opciones entre blancos, rojos y rosés.
El emprendimiento de una lectora
El nuevo BookBar presenta, mensualmente, ciclos de lectura con una selección de vinos escogidos por un sommelier local. No es una mala idea mezclar dos placeres, ¿no?. No existe evidencia científica que pruebe que el vino puede mejorar la capacidad para verbalizar nuestras ideas, sin embargo creo que estos ciclos deben convocar a Baco y a las musas, sin lugar a dudas.
«No se necesita comprar un libro», explica Sullivan, y luego añade: «Los lectores son bienvenidos por el solo hecho de serlo. También si quieren traer su propia novela, y avanzar en su lectura mientras beben una copa de buen vino para acompañar el momento.» Eso nos deja claro que esta emprendedora quiere que su BookBar sea un lugar de encuentro para la comunidad local, y es por eso que se ha esforzado tanto en hacer del lugar un espacio agradable y cálido. En la época de la lectura digital, deberían existir más bares, cafés y restaurants de estas características para compartir la lectura y hacer de esta actividad una experiencia que va más allá del agasajo individual.
“Como librera, tenemos que cambiar completamente nuestras tácticas, y no tratar de recrear algo y hacerlo más conveniente a nuestra conveniencia», explica Sullivan, poniéndose esta vez en el lugar de la librera especialista en vez de la anfitriona del restaurant. «Nosotros ofrecemos una experiencia, porque es precisamente lo que los sitios para descarga de libros digitales, las bibliotecas y las tiendas tradicionales no pueden hacer». Un ejemplo de eso es el hecho que el BookBar ofrece un servicio de intercambio gratuito, a través del servicio de Little Free Library. Y el servicio no queda allí, ya que periódicamente se ofrece un servicio de newsletter con novedades y comentarios a los interesados del BookBar.
La realidad económica actual de Estados Unidos es tal, que la venta de una copa de vino deja más ganancias que la venta de un libro pocket (edición sencilla y de bajo precio). Los clientes del BookBar pueden traer sus e-readers y conectarse con sus USB gracias a la disponibilidad de los muchos enchufes y puestos a lo largo y ancho del lugar. Y luego de asegurarse de tener suficiente batería, pueden acomodarse con un cheeky Austrian grüner (vino liviano) , acompañados, quizás, de una pequeña delicia de chocolate.
Pero así como Nicole Sullivan, dueña del local, está preocupada por estas actividades, también sabe de momentos de relajo y descanso, con un libro y una copa de buen vino. “Siempre he sido fan del escritor John Steinbeck» comenta Nicole, esta vez bajo el rol de una lectora más. «Uvas de la ira» es mi libro favorito, y es una lectura realmente deprimente, pero por alguna razón me encante leer libros tristes. Uno lee libros de ese tipo y dice «Gracias a Dios que no me tocó vivir durante la época de la Gran Depresión«. «Por otro lado –añade– si tienes un mal día o andas algo deprimido, llegas a casa y retomas tu lectura y te das cuenta que en realidad tu día ha sido muy bueno comparado con el de los protagonistas del libro. ¿Y para hacer un calce perfecto? nada mejor que una copa de algo austero: un cabernet sauvignon.» Tal parece que a Nicole Sullivan el vino y la lectura han sido una mezcla que no sólo hace coincidir en términos generales, también considera el tipo de libro y el estado anímico que le genera para seleccionar el tipo de vino que le acompañará mientras lee. Tiene sentido, ya que si la comida nos provoca un estado anímico y un placer general, y sus sabores se conjugan con la selección de un vino ad-hoc, ¿porqué no ha de pasar lo mismo con la lectura?
A quienes se interesen en tener más detalles, o contactarse directamente con su dueña, les recomiendo visitar su página en Facebook para que vean más fotos de la construcción del bookbar, y también del desarrollo de algunas actividades.
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