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Descubriendo una librería de tomo y lomo

Estudiantes de tercero medio del Centro Politécnico Particular de Conchalí visitan la librería Qué Leo en Providencia.


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Conversación con Juan Carlos Fau, dueño de Librería Qué Leo

El lunes 18 de agosto a las nueve de la mañana veintidós alumnos de tercero medio de las especialidades de Atención de párvulos, Secretariado, Geología, Electrónica y Contabilidad del Centro Politécnico Particular de Conchalí partían rumbo a la librería Qué Leo ubicada en Av. Pedro de Valdivia 40 en la comuna de Providencia. En ese lugar nos esperaba Claudia Gilardoni, bibliotecóloga, que contactó a Juan Carlos Fau, dueño de la librería, para que conversara con nosotros acerca del oficio del librero, de cómo nació su negocio, de cómo ordena sus libros, entre otros temas de interés de los alumnos.

 

La librería está organizada por secciones de acuerdo con los temas que pueden interesar a los clientes. En la entrada se ubican los libros más vendidos, las novedades y los best sellers que están dirigidos a los que no quieren dedicar mucho tiempo a escoger un libro. Más al interior, se encuentran secciones más específicas, tales como, literatura infantil, literatura juvenil, literatura vinculada al deporte y textos escolares. Al fondo, se encuentra el espacio destinado a las novelas gráficas para que sean revisadas con más calma y sin interrupciones. Lo interesante de esta librería es que está pensando para que los libreros puedan orientarte y recomendarte el tipo de libro que andas buscando y no te vayas con las manos vacías. Pero, si sólo quieres hojear un poco también respetan tu espacio sin exigirte que compres algo.

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Estudiantes de tercero medio recorriendo la librería

Uno de los aspectos que más llamó la atención de los estudiantes es la ambientación que combina lo clásico con lo moderno transformándolo en un lugar atractivo y acogedor. Queda abierta la posibilidad de que otros lectores conozcan este espacio destinado a la lectura y transiten por donde ellos y los libros sean los protagonistas.

 

CONVERSACIÓN CON JUAN CARLOS FAU (fragmento)

 

¿Cómo nace el logo de la librería? (Camila Aravena, III B)

No es nada muy original, está basado en un dibujo de Magritte y en realidad nosotros cambiamos algunos detalles. El más conocido es el que aparece con una manzana, pero aquí encontré este, miren (nos muestra un libro donde aparece la imagen de un hombre con sombrero de espalda).

¿Qué nos puede contar acerca del oficio del librero? (Gabriela Velasco, encargada de biblioteca)

Es la única pega en que mientras más viejo más conocimiento tienes. Al trabajr con libros la mente se amplía creando un mapa de la librería. Nosotros estamos todo el día ordenando libros y en la noche en tu casa, también. Es más, puede que el libro que buscaste todo el día lo encuentres en la noche. Un compañero después de tres días trabajando en esto me contó lo que le pasaba y yo le dije, yo también, uhh, hueón, pensé que me estaba volviendo loco. Soy normal, entonces.

La profesora nos contó algunas cosas suyas y una de ellas era que le gustaba mucho el cinismo, la ironía ¿Por qué le gusta tanto lo irónico? (Carla Cartes, III D)

Sí, el cínico o el irónico me gusta mucho, porque es un tipo que le ha dado tres vueltas a la idea, es decir, primero pensó en algo, luego se puso en el lugar del otro y después volvió a pensarlo antes de decirlo. Lo encuentro inteligente.

Para mí la tranquilidad es sentarme a leer un libro. Para otros, especialmente los jóvenes, es estar en facebook o twitter.

¿Qué opina Ud. del éxito del libro “Bajo la misma estrella”? (Karla Toro, III B)

“Bajo la misma estrella” es lo mismo que Ana Frank, ¿conocen la historia, cierto? Es sólo que cambiamos a los nazi por el cáncer, suena fuerte pero es la misma idea. O sea, los protagonistas se enamoran, luchan contra algo, saben que van a morir pero disfrutan la vida igual.

Ana Frank, ¿tenía pololo? (risas)

Sí (mirada con picardía). Es que ustedes no se imaginan lo que se puede hacer en un clóset o lo que se puede llegar a hacer.

Sí, sabemos (risas)

Leánlo.

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¿Ratón de Librería?

Este artículo fue publicado originalmente en revista Caras
Este artículo fue publicado originalmente en revista Caras

Una librería no es sólo un lugar donde se venden libros. Hace rato que no. Debe ser, también, un espacio aparte, Un mundo nuevo, donde uno se esconde del ruido, del calor de la ciudad, y se sumerge en las fantasías de otros. Para pasarla mejor. ¿Mucho pedir?

Me lanzo a la calle y me siento turista mirando librerías. ¿Cuál será la mejor? ¿La más grande, la más exclusiva, la más taquillera? ¿La que tiene la mejor vitrina, mejor estante o mejor atención? Depende del gusto, por cierto, y yo prefiero ésas que permiten que uno se olvide del trajín exterior. Porque Santiago arde, aturde, sofoca.

Claro que nada de eso se nota en el Drugstore, la manzana con más libros por metro cuadrado de Chile y punto de partida de nuestro recorrido. En el segundo piso de la librería Takk, por ejemplo, encontramos un mundo paralelo, sicodélico, con peluches que resguardan los estantes repletos de títulos para niños, incluyendo a Oliver Jeffers y sus ilustraciones, bellezas como Perdido y encontrado, Cómo atrapar una estrella, El corazón y la botella. Asumamos: no hay que ser niño para leer a Jeffers y perderse en esas historias que tienen tanto de verdad como de melancolía. Aquí hay, además, un estante sólo para novela gráfica y un cómodo sillón para sentarse a hojear sin ser molestado. Abajo, el primer piso ofrece lo tradicional: las novedades literarias del mes y el que promete ser el best seller del verano según el librero: El prisionero del cielo, de Carlos Ruiz Zafón.

Más allá, en la Feria Chilena del Libro, el aire acondicionado está a full. El local fue remodelado hace poco, así que ahora tiene más estantes, menos mesones, y predomina el color negro. Pero el catálogo sigue siendo más o menos el mismo: en vitrina, los títulos que figuran en rankings, algunas novedades como Rumble —la novela de la dibujante de historietas Maitena Burundarena—, y un mesón completo de novela histórica, incluyendo a HHhH, de Laurent Binet, que mezcla hechos verídicos de la Segunda Guerra Mundial con el diario de investigación del autor. Pese a la diversidad, es imposible encontrar, por ejemplo, a Guadalupe Nettel, la prestigiosa autora mexicana (el librero no tiene idea). Ahí está el peor defecto de las cadenas de librerías: el profundo desconocimiento de la escena literaria, nacional y extranjera, por parte de los que atienden. Y Guadalupe Nettel no es una excentricidad, ha aparecido en diarios, revistas, en secciones de cultura. No espere una aventura: las librerías de cadenas no le darán sorpresas.

La librería Que Leo, en Providencia, destaca por el conocimiento y experiencia de quienes atienden. Fácil y certeramente pueden sugerir libros que ellos mismos han leído.
La librería Que Leo, en Providencia, destaca por el conocimiento y experiencia de quienes atienden. De forma muy certera pueden sugerir libros que ellos mismos han leído.

Qué Leo es distinto. En Providencia con Las Urbinas, que tiene la virtud del boliche de barrio: atendida por su propio dueño (o por gente que lo parece), aquí siempre es posible ver a Juan Carlos Fau orientando a ese hijo pródigo en que se ha convertido el cliente de librerías. No hay asco por el best seller, que convive de lo más bien con títulos más escogidos y con la producción de la casa, porque Qué Leo ya es una factoría con marca registrada. Convertidos en editorial —Los libros que leo—, Fau & Cía acaban de publicar Citas de cine, de la periodista Lídice Varas, un registro de frases para el bronce dichas por algún personaje de película. Aquí sí conocen a Guadalupe Nettel, pero no la tienen. “Nada de la mexicana”, dice Fau. Días antes de Navidad allí mismo pregunté por Christopher Hitchens, el ensayista británico. “Se murió, ¿sabías?”, me contestó, divertido y macabro, otro librero, calvo igual que Fau. “Por lo mismo se convirtió en mi regalo navideño ideal”, le insistí. Tenían dos títulos, Amor, pobreza y guerra, un libro de ensayos, y Hitch-22, sus memorias. Yo buscaba Dios no es bueno o Dios no existe, pero ambos estaban agotados. “No te preocupes”, me consoló el calvo, “él siempre llega a la misma conclusión”. Un hombre que sabe porque lee los libros que vende.

En Ulises y Nueva Altamira, buena parte de lo que hay es importado (por eso sus precios). En esta última, la mayoría del catálogo es Anagrama y encuentro, por fin, a Guadalupe Nettel con sus tres libros: El huésped, Pétalos y otras historias incómodas, y su última novela, El cuerpo en que nací. Ni aquí ni en Ulises hay mucho espacio como para que el lector se quede y haga su degustación solitaria, pero quien llega a estas librerías generalmente sabe lo que busca y sabe que lo encontrará.

Abajo, en el subsuelo, la reina sigue siendo Contrapunto, donde abundan los títulos de arte, diseño, publicidad. El lugar es bonito, confortable y tiene buen espacio para la lectura, pero el chileno todavía es tímido, le cuesta sentarse en el sillón a mirar libros sin compromiso de compra como lo hacen en Buenos Aires, donde antes de llevárselos para la casa la gente devora volúmenes completos (incluso algunos beben café, porque allá además del sillón tienen cafetería y pastelillos y tantos años que nos llevan de ventaja). Aquí, escondidos del ruido de la calle como si fuera un búnker con estilo, puede tomar alguno de los libros de Taschen (como 1000 Record Covers) y dar gracias por perder el tiempo.
Mi paseo de turista continúa por el centro de Santiago, donde el circuito de librerías se renovó en 2011. Si uno visita el GAM después de haber conocido el Edificio Diego Portales, es irremediable pensar que el incendio que consumió el lugar fue lo mejor que le pudo haber pasado..

Interior de la Librería LEA+, en el GAM
Interior de la Librería LEA+, en el GAM

El GAM es un privilegio y la librería LEA+, que aloja aquí con un catálogo exclusivamente nacional: es posible encontrar ediciones descontinuadas, últimas copias de libros que nunca más se distribuyeron. Esta librería goza de la buena salud de un lugar nuevo; han tenido la consideración de disponer sillas y mesas para que el lector repose y lea.
Apenas unas cuadras más allá, en el barrio Lastarria, conviven las librerías con las tiendas y los restoranes del nuevo-viejo barrio de moda. Lo nuevo: la librería Ulises abrió una sucursal elegante, con un espejo en el techo que multiplica la sensación de estar rodeado de obras. Bonito lugar que recoge la tendencia de las librerías nuevas, con una gran mesa redonda para que los lectores tomen, revisen, le pierdan el miedo a tocar los libros antes de comprarlos. Me topo con un grupo de extranjeros que hace un city tour por Santiago. Habría que recomendarles Formas de volver a casa, de Alejandro Zambra, esa novela ochentera que es lo mejor que ha escrito el autor y que permite entender tanto del Chile reciente. Otra buena noticia para el barrio y para Ulises: la atención es buena. Nunca hay que asumirlo como obviedad.

El espacio y la infraestructura juegan un rol importante en la librería Ulises, de barrio Lastarria
El espacio y la infraestructura juegan un rol importante en la librería Ulises, de barrio Lastarria

Casi al frente está Refundar Alejandría, local pequeño donde abundan la filosofía, el ensayo, los libros sobre sexualidad. La remodelaron también el año pasado. Ocuparon bien el espacio y la madera de sus estantes hace de éste un sitio perfecto para bucear entre páginas.

La reina del barrio sigue siendo Metales Pesados, con esa buena costumbre de contar con su dueño allí, leyendo, dispuesto a orientar. Es un lujo especialmente porque trae a Chile títulos de pequeñas editoriales españolas y mexicanas. Ahí está la mano de Sergio Parra, lo que asegura que encontraremos lo que no se pilla en ningún otro lado.
En Merced, en el corazón del barrio, cerca del Teatro La Comedia y de las tiendas de ropa, sobrevive El Cid, con sus libros usados donde con suerte y empeño es posible encontrar joyitas: la primera y única edición de McOndo, de la dupla Fuguet/Gómez, el perfil que le hizo Tito Mundt a Charles de Gaulle y una edición muy antigua de El juguete rabioso, de Roberto Arlt. El mundo se detuvo en estos mesones.
El fin de viaje es otra sucursal de la Feria Chilena del Libro, que hace una gran apuesta al trasladar unas cuadras el local que por años tuvo en Huérfanos. Tiene más estantes y menos mesones, un espacio amplio donde dispusieron mesas y sillas y hasta un sillón para los clientes-lectores. Eso sí, el catálogo es el mismo, con algunos pecados: libros como Alexis. El camino de un crack, entre los más vendidos de no ficción, estaba ubicado en una estantería altísima, imposible de acceder sin escalera. Son detalles como esos los que le restan puntos para obtener el cetro a la mejor librería. ¿Quién se queda con el título? Haga su tour y juzgue.

Artículo publicado originalmente por Marcela Escobar en la Revista Caras 

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Lectura, educación e IVA al Libro: ¡no basemos la conversación sólo en el precio!

Entrada de una tradicional librería chilena, en pleno centro de Santiago
Entrada de a una  librería chilena, en pleno centro de Santiago

Mucho se ha comentado últimamente respecto a la ley que rebajaría el impuesto de valor agregado (IVA) al libro en Chile, lo cual, en teoría, reduciría su precio. Lo que puedo aportar desde esta columna va en una línea recopilatoria de alguien que trabaja en fomento lector y que propone reforzar la difusión de algunos aspectos. Como por ejemplo que  la ley del IVA al libro no mejoraría los índices de Lectura en Chile, lo cual  resulta más relevante que el gravamen de impuesto.

¿Por qué tanto arrojo al señalar esto? Porque para quienes trabajamos en fomento lector y en bibliotecas el hecho que se haya masificado tanto la preocupación en el IVA a los libros, más que en la lectura, es  sintomático de la forma errónea en que se aborda el tema en nuestro país. Desde todos los frentes: desde la señora que se empina en el mostrador para reclamar al librero que leer en Chile es muy caro,  desde los profesores que creen que en las bibliotecas sólo se celebra el día del libro y se organizan cuenta cuentos, hasta el Gobierno con los últimos veintitantos años de políticas públicas culturales que no han ido en la línea adecuada.

Esta semana un buen amigo me mandó una carta al editor de El Mercurio titulada ” El tema no es la lectura, es el libro” escrita por las Directoras de la  Fundación Había una vez para la Cultura Ciudadana. Además de sentirme reflejada en muchos de los antecedentes que aportaron Receba Domínguez, Carmen Paz Hernández y María Paz Garafulic me puse a pensar que es necesario seguir difundiendo y opinando respecto a la inestable relación entre  precio del libro y la lectura. Veamos porqué:

Cada vez  podemos ver más personas leyendo en el metro
El que quiere, puede: cada vez vemos más personas leyendo en el metro.

1) Toda ley responde a un objetivo. ¿Qué persigue ésta además de lo obvio? ¿Para qué queremos que los libros cuesten más baratos?. Al bajar el IVA, teóricamente uno de los atributos (el precio)  del producto (el libro) hará que éste sea más atractivo a los ojos de los  consumidores (los lectores).  Se supone que nosotros  compramos y/o consumimos aquello que nos resulta necesario, interesante, atractivo, inspirador, etcétera. Pero ¿Qué pasa si los chilenos no leen tanto como para que este cambio sea significativo? ¿Para que tenga un real impacto en la población?. El hecho que baje el precio no implicará que se compren más libros, no hará aparecer lectores enajenados que repleten las librerías para adquirir su lectura añorada. No generará presión de parte de los asiduos a las librerías para que las editoriales editen material de mejor calidad. Eso, en el largo plazo, no pasará ni por asomo. Como botón de muestra cito el estudio de Adimark «Chile y los libros» donde se pregunta en forma muy directa «Si los libros NO tuvieran IVA: ¿Compraría más?» El año 2066 un 60,1% responde afirmativamente, el 2008 la cifra aumentó al 65,3% y el 2010 la cifra cae al 53,7%.

2) El tema de la disponibilidad versus el  uso  -que daría para una columna aparte- se discutió durante el Gobierno de Michele Bachelett cuando se repartieron los maletines  literarios: el simple hecho que una familia haya tenido acceso a estos libros no significó que sus hijos los leyeran. Quizás sucedió… pero no tenemos idea. De hecho, hasta el día de hoy no hay informe que hable del resultado de esa “campaña” e inversión del MINEDUC. Les aseguro que si hubiese tenido los resultados esperados  nos habríamos enterado para generar,  desde ahí, nuevas formas de hacer leer a los chilenos.

3) Pero ya que estoy en esto, me permito ir un poco mas allá y señalar que en Chile hay bajos índices de lectura y no se compran libros porque-entre otras muchas razones-  el promedio los chilenos no entendemos lo que leemos.  Lo curioso y tremendo de esta situación es que en los establecimientos educacionales,  en las bibliotecas escolares, en los CRA -Centros de Recurso al Aprendizaje-  y en las bibliotecas universitarias parece haber una disociación entre: a) el aprendizaje, b) el estudio, c) la lectura, d) la conducta lectora y e) los niveles de comprensión de lectura. Frente a este panorama, permitan que esta bibliotecaria se sienta -aunque sea un poco- desconcertada frente a toda la difusión que genera el tema del IVA en los libros. Creo que hay otras cosas que priorizar. Y con esto no quiero que se entienda que estoy a favor del IVA en los libros. Pero me parece que la situación debe ponderarse y contextualizarse en toda su magnitud: Quién le da vida al libro es el lector. Para que éste exista, y quiera ejercer su derecho debe tener un estímulo, un impulso. Y éste no pasa, necesariamente por pagar  mil  o dos mil pesos menos en la librería más cercana. Muchos de los lectores se consiguen libros entre sus amigos, familiares, conocidos, etc. Compran en “la cuneta” o en la feria usando el comercio informal (no valido este medio, sólo señalo que se utiliza aunque no sea lo adecuado) van a San Diego o a los libreros de textos usados. Etcétera. Esos lectores, a los que de verdad les gusta leer, probablemente no van tan seguido a las librerías, o quizás compran libros de vez en cuando. ¿Sabe por qué?   porque ya tienen sus “book dealer” (amigos o conocidos con los que se recomiendan e intercambian libros)  y su “red de lectura” armada hace rato. Por lo tanto, si bajan el precio del libro quizás compren algunos títulos más al año, pero eso no causará impacto  en los índices de lectura porque son personas que ya  tienen el comportamiento lector arraigado. Los estudios que hablan de este tema aluden a un grupo etario menor de 25 años, pero de todas formas dan luces sobre el hecho que las librerías no son la principal fuente de acceso a la hora de conseguir libros.

En la FILSA dek 2011 hubo ofertas de libros de mil, dos mil y tres mil pesos.
En la FILSA del 2011 hubo ofertas de libros de mil, dos mil y tres mil pesos.

4) Porque hasta ahora no he escuchado la propuesta de desarrollo, optimización y competitividad que las editoriales (pequeñas, independientes, conglomerados, etcétera) tienen que presentar a los Chilenos. ¿Cuál es su planteamiento? ¿Se ha publicado en algún medio? ¿Qué planes tienen para el corto, mediano y largo plazo? ¿De qué forma aprovecharán la ventaja de no contar con el IVA como barrera para la edición? …Mutis por el foro.

5) ¿No les parece típico de nuestra  idiosincrasia eso de arreglar la mesa del restaurant colocando una tapa de botella en una de las “patas” que cojea? . Por que claro, en vez de reemplazarla o llevarla donde un mueblista a que sea reparada, se opta por una solución puntual que no va enfocada a solucionar el problema de cuajo. Pero ¡claro! y volviendo al tema del libro, al final  puede resultar mas amable  decir: “hacemos algo por el tema de la lectura y del libro en Chile: peleamos por el IVA”. Cuando en realidad hay muchas otras cosas que podemos hacer y que implican una labor más constate, potente, compleja, profunda y reflexiva. Es cierto: la labor que hace una madre por fomentar la lectura de sus hijos no se conoce, se basa más en la intuición que en otra cosa,  y  los resultados los atisbará sólo en unos años más. Esta labor no aparece en un video de Youtube y tampoco es masificada en una campaña.

Entiendo que los temas que planteo en esta columna son de otro calibre y van más allá del IVA  al libro. Pero, si vamos a señalar que la disminución del precio de los libros incide en el nivel de lectura de los chilenos, entonces consideremos el tema en todo su esplendor.

Creo que todos los que estamos por  mejorar el acceso al libro y la lectura tenemos un deber para con nuestro entorno mediato: ¿qué hace usted en su casa, con sus amigos y familiares, con sus hijos por fomentar el acceso al libro?  quizás algunas medidas simples que al parecer no tienen gran impacto, si se desarrollan a gran escala podrían redundar en mayores o similares beneficios que los que puede traer una disminución en el IVA a los libros. ¿No es eso lo que trata de propagar la campaña de cuidar el agua y la luz? ¿Que los pequeños actos cotidianos son los que, en el largo plazo, pueden hacer la diferencia?

 

Por eso, lo invito a  firmar por el fomento a la lectura, desde todo ámbito y medio. Aunque pensándolo bien…. no firme, mejor lea.

 

¿Le interesó este tema? Sugiero profundizar esta columna con artículos publicados en otros medios

 



Estudios

Canales de acceso a los libros.

  •  Hábito lector y comprensión de lectura en alumnos de Cuarto Medio. Estudio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

¿Dónde obtienes los libros que lees por interés personal?

  • El Placer de la Lectura. Estudio del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes

Lugares en que los/las encuestados tienen acceso a los libros por región

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Entrevistas

El lugar de las ilustraciones

La curiosidad gana, y dan ganas de mirarlo todo
La curiosidad gana. Es usual ver a los clientes ensimismados en la tienda

Al entrar sorprende todo y dan ganas de empezar a tomar cosas para saber qué son. Puede ser un lápiz, una taza, una libreta o un libro.  Pero todo tiene un dibujo, una ilustración, una gráfica, haciendo de PLOP! Galería una de las iniciativas más originales y entretenidas del circuito cultural de Santiago.

Desde 2010 opera en el barrio Lastarria. Ahí se ha posicionado con un estilo único de tienda, librería y galería de arte con constantes exposiciones, que mezcla libros ilustrados, obras originales de artistas nacionales y extranjeros, además de objetos para regalar o coleccionar que  juegan a la perfección con el diseño y la gráfica.

La idea nació de los diseñadores Adolfo Holloway y Patricia Aguilera y de los periodistas Isabel Molina y Claudio Aguilera, quienes buscaron un lugar que tuviera como eje una galería dedicada exclusivamente a la ilustración y la historieta, donde pudiera darse a conocer el trabajo de distintos realizadores. Un esfuerzo que luego de dos años  ya tiene resultados concretos. Así lo ve Isabel Molina: “Hoy hay una mayor presencia de la ilustración en la prensa, en las bibliotecas, en los colegios y universidades, prácticamente todas las editoriales le están dando espacio en sus catálogos.  Y sentimos que hemos aportado a que así sea” dice.

Hervi (nombre artístico del legendario humorista gráfico Hernan Vidal) fue el protagonista de su primera exposición. Luego vendrían chilenos como Alberto Montt, Isabel HojasFrancisco Javier Olea, Pati Aguilera, Loro Coirón y Marcela Trujillo y también extranjeros como Oliver Jeffers, Satoshi Kitamura, Cristian Turdera, Diego Bianchi y Laura Varsky, entre muchos otros de gran trayectoria.

Pero, ¿qué diferencia una ilustración de un dibujo? La pregunta podría parecer obvia. Para Isabel Molina todo está en la intención de creador. “Una ilustración es una imagen que cuenta una historia por sí misma. Es una narración que tiene la misma importancia que el texto escrito y se enriquecen mutuamente.

La ilustración en la historia

Visitantes en la galería
Interesados en la ilustración y la gráfica visitan la galería

Desde fines de la década del treinta hasta mediados de los setentas en Chile existió una fuerte cultura del libro. Las revistas infantiles, culturales o misceláneas, vivieron una época de esplendor permitiendo el desarrollo de una gran cantidad de ilustradores e historietistas. Todo respondía a las necesidades de los chilenos de antaño. “En Chile existía una tradición letrada, y sobre todo a partir de los años 30, con el surgimiento y consolidación de la clase media,  la educación, la lectura y cultura en general se transforman en símbolos de progreso y desarrollo colectivo e individual”, dice Claudio Aguilera, uno de los gestores de PLOP! Galería.

Un panorama que cambió drásticamente durante la dictadura, cuando libertad de expresión y el acceso a la cultura fueron sometidos a fuertes restricciones. “Leer, escribir, publicar o estudiar dejó de ser bien visto. La sociedad  se volcó al libre mercado y la cultura no sólo era considerada potencialmente subversiva, también dejó de ser relevante o prioritaria para las políticas pública y quedó fuera de la lógica de mercado”, agrega Aguilera.

En el caso de las revistas infantiles, a esto se sumó la masificación de la televisión y la arremetida de las ediciones extranjeras, lo que obligó a muchas publicaciones a cerrar y a que sus artistas se vieran obligados a recurrir a los periódicos u otras labores para sobrevivir.

“Antes de los años setenta, muchos ilustradores vivían de sus obras. Hoy poco a poco, los creadores nacionales están recuperando su espacio. Es por eso que nos interesa, junto con difundir el trabajo de los ilustradores dentro de Chile, generar relaciones con artistas extranjeros y llevar fuera de nuestra fronteras el talento nacional”, señala.

En ese sentido, una de las finalidades de PLOP! es consolidar una red latinoamericana en torno a la ilustración para lo cual ya mantienen contacto con México, Colombia, Ecuador, Argentina y Brasil. Además, gracias a un Fondo del Libro están preparando el primer catálogo de ilustración chilena, una obra que reunirá a 60 artistas nacionales y se distribuirá en los principales espacios de la ilustración mundial.

Mientras los proyectos internacionales se desarrollan, siguen consolidando un mercado interno para la ilustración y la historieta. “Tenemos dos segmentos de público: uno compuesto por jóvenes y estudiantes, que vienen a nuestros lanzamientos o exposiciones, y optan por llevar libros u objetos ilustrados, y otro público, con un poco mayor poder adquisitivo, que tiene interés por coleccionar de forma seria e informada ilustración e historieta chilena. Algo que no sucedía hace un par de años” comenta Isabel Molina.

Isabel Molina y Claudio Aguilera
Isabel Molina y Claudio Aguilera

Para Claudio Aguilera hay otro aspecto relevante: la capacidad de la ilustración y la historieta de desarrollar una mirada atenta y crítica.  “Es necesario enseñar y aprender a leer imágenes. La ilustración, como cualquier otra rama de las artes visuales, tiene un lenguaje y signos que uno tiene que aprender a codificar. Sería muy útil entregar una educación visual, porque así uno podría ver los noticiarios, las fotos en el diario o una publicidad, y saber qué significa una imagen en un  contexto determinado, cuál es el mensaje y la opinión que está transmitiendo. Me parece un paso esencial para ser ciudadanos críticos y ahí el libro ilustrado y la novela gráfica pueden ser un gran aporte”.

Disciplinas con una creciente presencia tanto en el mundo editorial, como en los medios de comunicación, investigaciones académicas, bibliotecas y colegios. La ilustración y la historieta están siendo reconocidas también como potentes herramientas de promoción del libro y la lectura. “Así lo ha comprendido también el Ministerio de Educación, que ha incrementados sus compras de libros ilustrados  y apostado por publicaciones que conjugan textos clásicos y poesía con propuestas gráficas, ayudando al desarrollo de la ilustración y proponiendo un concepción más amplia del libro”, puntualiza uno de los dueños.

Por lo pronto, podemos contarles que Leamos Más se adscribe a esta postura, la misma que nos invita a leer no sólo textos lineales o hipertexto, sino que también imágenes e ilustraciones . ¡Es que vivimos rodeados de ellas!   tanto que casi no nos damos cuenta que necesitamos afinar nuestras habilidades para entenderlas a cabalidad. Lo mismo  pasa con la música: es un gusto adquirido, que se disfruta en cómodas medidas.

Y de esta conciencia y valoración por la ilustración es que nace un nuevo vínculo con PLOP! Galería, dando pie a actividades, proyectos e iniciativas coordinadas con otras bibliotecas con el fin de reforzar la lectura y la ilustración en todos sus colores, formas e interpretaciones.

Te invitamos a visitar Plop Galería, ¡acá van los datos!

Dirección: Merced 349. Local 7. Barrio Lastarria (Metro Bellas Artes o Metro Católica)

Teléfono: (56-2) 6332902

Mail: [email protected]

Horario: Martes a domingo de 12.00 a 21.00 hrs. (15.30 a 16.30 hrs. cerrado)

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Eventos y actividades

Algo pasa en mi librería…

cc: Dosdoce

Si, algo pasa en las librerías que visito y también en aquellas por las que tú sueles pasar (ya sea vitrineando, enterándote de las novedades o comprando). Y es que desde siempre la lectura, el libro y las librerías dan para mucho.

Es por eso que la CEGAL (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros) decidió instaurar este año -y por primera vez- el Día de las librerías. La idea es hacer una mezcla entre lo festivo y lo comercial que favorezca a los ciudadanos en general, a quienes leen y a quienes no son tan asiduos a esta práctica. Y, para concretar la idea, este viernes 25 de Noviembre las puertas de todas las librerías permanecerán abiertas las 24 hrs. del día, ofreciendo su amplia diversidad en cuanto a formatos, temas, precios, diseños, etc.

Todo ello no sólo fomenta la lectura y regenera el interés en torno al libro -como objeto, bien cultural y repositorio de conocimiento- sino que también invita a más de un transeúnte a que altere su caminata y se entusiasme con la vistosa invitación de una librería. De paso, será agasajado con un 5% de descuento, con lecturas de poesía y narrativa, con actividades callejeras relativas al libro y por supuesto con una estupenda bienvenida a dejarse tentar. ¿La guinda de la torta?: a partir de las 21.20 horas, y hasta el momento de cierre, los libreros leerán en sus respectivas tiendas fragmentos de los libros que les gustan o que deseen recomendar. Entretenido y dinámico, ¿cierto?. Es una buena iniciativa que se puede pensar en adaptar a nuestras actividades culturales locales ¿o no, señores y señoras editores y libreros de Chile?

Cristóbal de la Rosa, director insular de Cultura y Patrimonio Histórico definió a los libreros como mediadores al acceso de la cultura, señalando: «El papel del librero es un papel de introducción a determinados contenidos, de difusión de esos contenidos, de guía de los lectores y creadores de un pequeño hogar que uno se siente cohabitando el espacio de los libros».

Felicidades a todos los libreros en España y en todo el mundo. Y en especial felicidades a los lectores, porque no somos tan pocos como se suele creer.